Cada vez que muere un artista de nuestro agrado nos queda un vacío como si también hubiese desaparecido parte de nosotros. Actor, músico, escultor cantante… no importa su rama, si hemos convivido con su arte, si nos ha conmovido hasta los tuétanos, nos brotan lágrimas el día que nos deja físicamente o cuando lo recordamos
Llegamos a amarlos. Y ese amor nos ciega de tal manera que nos negamos a reconocer sus defectos. Seguimos sus pasos, gestos, palabras, ideas, caprichos, andanzas, rabietas y tormentos. Nos identificamos con lo que son. Y todo, o casi todo de ellos, lo celebramos; y todo, o casi todo de ellos, nos resulta gracioso; y todo, o casi todo de ellos, lo justificamos. Son héroes que incluso inciden en el desarrollo de nuestra personalidad, los imitamos en la forma de vestir y de caminar y sobrevaloramos sus expresiones.
Los artistas atraen multitudes, provocan fanatismos. En ocasiones es patético: en las habitaciones de nuestros jóvenes hay más imágenes Don Miguelo que de Juan Pablo Duarte y más de Madonna que de Nelson Mandela.
El arte surgió con la especie humana. La vida misma es un arte. Todavía aparecen muestras extraordinarias de lo que hacían nuestros antepasados. El arte tiene un lenguaje universal, que trasciende culturas, épocas, fronteras e ideologías. ¡Cuántos de nosotros disfrutamos los cantos gregorianos sin entender sus palabras!
Hoy dedico este artículo a Luis Eduardo Aute, ese gran artista que acaba de fallecer, considerado por los que saben del tema como uno de los cantautores más destacados de iberoamérica. Además fue poeta, pintor, cineasta… un artista completo. Era mi tercer cantautor preferido, luego de Silvio Rodríguez y Joan Manuel Serrat, aunque para no pocos era el mejor. Hace días disfruté un documental sobre su trayectoria titulado “Auterretrato”. ¡Excelente!
Nuestro mejor tributo a Aute es escuchar sus canciones, valiosas por su contenido y por cómo las canta, especialmente en estos días extraños, donde el espasmo, el sosiego, el dolor, la incertidumbre y la esperanza se mezclan.
Este artista español y del mundo es parte vital de la historia de la canción iberoamericana, su voz nos acompañará por siempre, como un símbolo del más excelso talento de un artista polifacético, en ocasiones irreverente. El arte está de luto, tal vez porque quería hermanarse y ser solidario con la pandemia que nos azota. Que su alma descanse en paz.
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