DÉCIMA
Pensé que era fantasía
la historia del genio aquel
que quien topara él
tres deseos le daría,
y su vida cambiaría
en un instante o segundo
¡oh, que cambio tan rotundo!
¡que cosa maravillosa!
¡oh, lámpara prodigiosa!
una cosa de otro mundo.
Vecinos fuimos de infancia
del barrio donde crecimos
y mil juegos compartimos
hoy vive con elegancia
producto de la abundancia
que obtuvo por ser ladino
al buscarse de padrino
a un ministro de palacio
quien le prestó (aún reacio)
su lámpara de Aladino.
Se dice que “echaba días”
por lo que dijera el otro
(eso es entre nosotros
si se entera pagaría
yo muy caro mi osadía)
pero, de pronto, el destino
le allanaba su camino
convirtiéndolo en jerarca
a quien rebosó sus arcas
la lámpara de Aladino.
Apenas va para un año
en el cargo consular
en un país insular
y, aunque suene un tanto extraño
(no se crean que es engaño,
porque el tipo no es “barsino”)
millonario es repentino
y es lógico que lo sea,
al tener como presea
la lámpara de Aladino.
Quien piense que la bonanza
de estos probos empleados
es por desfalco al Estado
ésa fue la vieja usanza;
hoy, si la suerte te alcanza,
y tú no pierdes el tino
verás al genio divino
que hace cosas milagrosas
porque es maravillosa
la lámpara de Aladino.-