La esperanza no defrauda

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DR. Rafael Collado Cruz

 Vivimos tiempos en los que pareciera que todo se tambalea: la salud, la paz, los valores, las relaciones humanas. Muchos corazones se sienten heridos, muchos pierden el ánimo y caminan con el peso del cansancio. Pero en medio de todo esto, la Palabra de Dios nos ofrece una promesa poderosa: “La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido   dado” (Romanos 5, 5).

Al referirnos a la esperanza cristiana, no se trata de un simple deseo o de optimismo humano. La esperanza cristiana es una virtud teologal, es decir, un don que Dios mismo ha sembrado en el corazón del creyente. Es una certeza firme de que Dios cumple sus promesas, de que no nos abandona y de que nuestra historia no termina en el dolor ni en la muerte, sino en la vida eterna.

– La esperanza cristiana nace de la fe: creemos en un Dios que nos ama y que ha enviado a su Hijo no para condenarnos, sino para salvarnos (Juan 3, 16). Esa fe da lugar a la esperanza, que nos hace mirar más allá del sufrimiento actual y confiar en que Dios escribe recto incluso en los renglones torcidos de nuestra vida.

El apóstol San Pablo se prueba en los momentos de tribulación: “nos gloriamos también en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; de la paciencia sale la fe firme, y de la fe firme brota la esperanza (Romanos 5, 3-4). Es decir, no se trata de una esperanza ingenua que ignora el dolor, sino de una esperanza que madura en el crisol de la prueba.

La esperanza no nos defrauda porque no se apoya en nosotros mismos, sino en el amor fiel de Dios. Un amor que no cambia, que no se invalida, que permanece, aunque nosotros le seamos infieles. Ese amor ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo: no es algo que buscamos afuera, sino que ya habita dentro de nosotros. Cuando todo parece perdido, cuando no entendemos el porqué de las cosas, el Espíritu Santo nos sostiene y nos recuerda que somos hijos de un Padre que nunca abandona a los suyos.

– Como cristianos estamos llamados a ser testigos de la esperanza. En un mundo que se desanima fácilmente, nuestra confianza en Dios debe brillar como una luz. Nuestra esperanza no es solo para nosotros, sino para compartirla. En palabras del papa Francisco: “El cristiano no es un profeta de desventuras, sino un testigo de esperanza”.

– Nuestra esperanza debe ser llevada a los enfermos, a los que están solos, a los que han perdido el rumbo. De esta manera nuestra vida, sostenida por la fe y la esperanza, se convierte en una predicación silenciosa, pero profundamente eficaz.

– La esperanza cristiana no es una ilusión. Es certeza. Es promesa cumplida en Cristo. Es saber que después de la muerte, llega la Resurrección, porque Dios no defrauda. Su amor es eterno. Y por eso, la esperanza no defrauda.