Navidad: Firmeza en el corazón

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En Navidad nos sazonan con una fantasía barata y dulzona para escapar cobar­demente de los problemas de la vida. Hoy la Iglesia nos invita a encontrar en el cercano nacimiento de Jesús los motivos verdade­ros para estar firmes en la lucha por una vida dife­rente.

La primera lectura, Isaías 35,1-6a.10, ilustra el cambio que trajo Jesús: el desierto se alegrará y florecerá. La Navidad, “fortale­ce las manos débiles, robus­tece las rodillas vacilantes.” La Navidad tiene una pa­labra para los cobardes: “sean fuertes y no teman. Miren a nuestro Dios, que trae el desquite, viene en persona para resarcir y salvar”.

La llegada del Mesías esperado reivindicó a todos los que no habían pactado con el mal. Al celebrar la Navidad de Jesús, asumimos con más firmeza esta vida que nos toca vivir, sabiendo que con el Mesías nacido han surgido nuevas posibilidades.

Hay mucha gente desilusionada entre nosotros, porque cifraron el éxito de su lucha en conseguir ventajas, o en las buenas cualidades de tal líder o grupo. Al igual que los discípulos de Juan en el Evangelio de hoy, cada vez que surge un nuevo esfuerzo por mejorar la sociedad, la gente le pregunta, “¿eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” (Mateo 11, 2-11).

Jesús nos invita a salir­nos de nuestros estrechos criterios para evaluar pro­puestas esperanzadoras y pasarnos a los suyos. Nues­tros esfuerzos por mejorar la sociedad y la vida, irán bien encaminados, si los ciegos ven, y los inválidos andan; si los leprosos que­dan limpios, y los sordos oyen; si los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia una Buena Noticia.

Adviento, viene la Navi­dad. ¡Afinquémonos en esa novedad dichosa que trajo el Mesías, especialmente para todos los pecadores y descalificados de esta ­tierra!

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