Consejos para mi futura abogada

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Ariana, mi hija, inicia la carrera de derecho. Como es natural, me ha pedido consejos sobre la profesión. Inicié expresándole que en varios procesos he sido testigo de casos que se pierden por culpa del abogado contratado. En muchos expedientes los perjudicados tenían a su favor la razón y la ley, pero fueron mal defendidos por quien no llevó con dignidad la toga y el birrete.

Ser abogado es un asunto muy serio. Quien procura nuestros servicios coloca en nuestras manos su ­libertad o patrimonio. Un pequeño error puede ser fatal y acabar con una vida, una familia o una empresa. Y esas faltas usualmente no tienen remedio en los tribunales.

Un abogado completo no se caracteriza solo por conocer leyes, jurisprudencia y doctrina. Es impres­cindible que sea íntegro, que la palabra ética esté ­tatuada en su corazón, que tenga un nombre qué per­der, que le diga la verdad a sus clientes, que no alar­gue los casos solo para percibir más honorarios.

Hija mía, el abogado debe tener una apreciable cultura general y ha de ser un gran lector de historia, filosofía, economía, literatura y poesía. El que no lo hace se le dificultará argumentar adecuadamente frente al magistrado o frente al ministerio público, pues habrá momentos en que lo jurídico deberá ser complementado con otros conocimientos.

El abogado, además, debe escribir y hablar correctamente. Es desagradable escuchar o leer a alguno maltratando el idioma castellano. Esto, en ocasiones, influye en los resultados de su trabajo, pues le resta credibilidad a lo que expone. Debemos contar con un alto grado de sentido común, ser prácticos, no complicar los asuntos.

Un buen jurisconsulto, por lo menos empíricamente, también se comporta como sicólogo, sociólogo, sacerdote y educador, porque en ocasiones ejercer esas funciones es más efectivo para evitar o solucionar un conflicto que el hecho de actuar como abogado. ¡Cuántas veces quien nos visita lo único que aspira es a que lo escuchemos con atención!

Busquemos resultados antes de llegar a los tribu­nales. Seamos facilitadores, mediadores efectivos, lo que se puede lograr respetando los intereses de nues­tro representado. Incluso, eso ayuda en nuestra labor.

Ariana, con estas breves reflexiones aspiro a que seas una excelente abogada, lo que ya agregado a tus condiciones personales, te hará una exitosa profesional para beneficio de la patria.

Estas palabras sugiero que las compartas con tus compañeros de estudios. Te amo.

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