Un nuevo sentido para la vida

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Viene la Semana Santa, que para muchos ni es semana ni es santa.  Pablo nos enseña: Jesús “era uno de tantos, actuó como un hombre cualquiera” (Filipenses 2, 6 -11).

Tarde o temprano, cualquiera de nosotros enfrentará esta pregunta terrible: ¿qué sentido tiene la vida? ¿Tiene sentido hacer el bien y luchar por la verdad, en medio de este mundo mentiroso y dividido? Si estas preguntas son también las suyas, Jesús de Nazaret tiene algo que aportarle.

Hubo un momento en que Jesús presintió cómo se cerraba a su alrededor el lazo cruel de la intriga asesina. Pronto no podría disponer de su vida, ni enseñar más nada. Hoy, Domingo de Ramos, la Iglesia nos narra cómo Jesús antes de que sus enemigos le echasen mano,  celebró una cena con sus discípulos y en ella expresó cabalmente cómo entendía el sentido de su vida. “To­mando un pedazo de pan, dio gracias, lo partió y se lo dio a sus discípulos diciendo: esto es mi cuerpo que será entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía. Des­pués de cenar, hizo lo mismo con la copa diciendo: esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes”. Compar­tiendo el pan y el vino, Jesús compartió con sus discípulos, su cuerpo, es decir, su manera de situarse entre las gentes, y su sangre, es decir su vida entregada. Así entendió su vida. Pronto lo calumniarían incluso en el momento de matarlo, e intentarían borrar su memoria, (Lucas 22, 14 a 23, 56).

Saludemos con Ramos a Jesús de Nazaret que entra en Jerusalén. Él nos comunica un sentido dife­rente para la vida. Podemos decir como Él: “Yo estoy entre ustedes como el que sirve”. Siempre podemos poner en manos del Padre nuestro espíritu.

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