Pistoleros juveniles

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Da pena que algunas de las instituciones de seguridad ciudadana del Gobierno, al igual que el Ministerio que trabaja con la juventud no se preo­cupen por estar presentes en cada uno de los barrios marginados que hay en el país, don­de a­bundan los jóvenes y donde es fácil observar en las calles algunos de ellos portando un arma de fuego (“pisto­leros juveniles”), pre­parados para asaltar, atracar o robar, como señal de ex­presar su vacío existencial y el miedo.

Con redadas y alla­namientos de parte de las autoridades policia­les, esos jóvenes no van a dejar de ex­hibir sus armas y hacer los disparos constantes que protagonizan mediante los enfrentamientos en­tre bandas delincuenciales durante las horas del día, tarde, no­che y madrugada, tra­yendo este hecho zozobra e intranquilidad ciuda­dana.

Si no se toman medidas urgentes no debemos tener dudas, que esas armas que utilizan algunos jóvenes para hacer sus fe­chorías en motores, se­guirán permanentemente en ma­nos de ellos, provocando intranquilidad y ­terror.

Estas armas son un atentado contra la mis­ma juventud, porque se oponen a la inclina­ción más espontánea de cada ser humano: la de amar y recibir amor de quie­nes le rodean.

No es po­sible la aceptación mu­tua en la familia si continuamos permitiendo que algu­nos tengan pistolas para ser miembros de pan­dillas que se matan en­tre sí defendiendo con violencia es­pacios don­de se trafica todo.

El porte o la tenencia de un arma por parte de un joven indica que ya está a punto de convertirse en un potencial ase­sino, sin querer ser­lo, porque en cualquier momento podría usar su arma y, aunque no esté dispuesto a hacer uso de ella, es posible que la utilice a causa de las frecuentes confusiones y desorientaciones por las que pasa a diario cada ser humano en confron­tación con los desafíos que les presenta la vida.

En las actuales circunstancias sería muy bueno que, en las casas  donde viven mu­chos jóvenes, se em­piece a colocar un letre­ro que diga: “Reciba­mos con los brazos abiertos a Jesu­cristo, quien nos dice: “Ámen­se los unos a los o­tros”. Y así evitar que ellos no hagan causa común con la in­dustria bélica que dice: “Ár­mense los unos a los o­tros”.

¡Así que pistole­ros juveniles, recuerden: la violencia genera violencia.

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