Foucauld: El Hermano Universal Síntesis de su vida

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De octubre 2018 a mayo 2019, la diócesis de Roma está realizando en la Basílica San Juan de Le­trán una catequesis cada mes sobre la exhortación apostólica Gaudete et Exultate del Papa Francisco, sobre la llamada a la santidad, encarnándola en siete santos y un beato. Los santos son: Francisco de Sales, Alfonso María de Ligo­rio, Francisco de Asís, Felipe Neri, Teresita del Niño Jesús, Pío de Pietrelcina, Teresa de Ávila y Juan de la Cruz. El beato es Carlos de Foucauld, cuya catequesis será el 11 de marzo, con el tema “orantes y comunicantes, llevar al Señor en medio de los hermanos”.

Que la Diócesis del Papa, Roma, valore de esta manera al beato Carlos de Foucauld, colo­cándolo en el centro de tantas lumbreras de la santidad de la Iglesia, me anima a publicar un artículo, el último domingo de cada mes, en nuestro querido Semanario “Ca­mino”, para ir dando a conocer el camino espiritual de este gi­gante de la santidad. Una brillante luz que nos señala el camino en el siglo XXI.

En esta primera entrega me limitaré a presentar los principales datos históricos de su vida.

Nace en Estrasburgo, Francia. Es el primero de dos hermanos, el 15 de septiembre del 1858, de una familia noble cuyo lema era “Re­tirarse jamás”. Queda huérfano a los seis años.

Hacia los 16 años pierde la fe.

De 1876 a 1881 ejerce la vida militar. Una etapa gris en su vida. Rebeldías, vida frívola, fiestas, actitudes extravagantes, sexo, fruto de una falta de fe.

En 1882 comienza a estudiar hebreo y árabe para en 1883-84 realizar una exploración clandes­tina de Marruecos, disfrazado de rabino.

De 1885 a 1886 trabaja en la realización de su descubrimiento en Marruecos mientras se va sumergiendo en grandes interrogantes y repite esta plegaria: “Dios mío, si existes, haz que yo te conozca”.

Al final de octubre de 1886: queriendo recibir lecciones de religión, el P. Huvelín le manda a arrodillarse y confesarse. Él obedece y luego recibe la Eucaristía. Comienza su vida nueva. Desde ahora quiere vivir totalmente para Dios y comienza el discernimiento dónde podrá imitar más de cerca a Jesús. Obedeciendo al P. Huvelín quien desde ahora es su director espiritual, realiza una peregrina­ción a Tierra Santa. Caminando por las calles de Nazaret toma la decisión de “vivir la vida oculta del humilde y pobre obrero de Nazaret”.

El 16 de enero de 1890 ingresa en el monasterio de los monjes trapenses. Pide ser enviado a un reciente monasterio muy pobre en Siria, donde pasará 7 años.

No contento con la extrema pobreza de este monasterio quiere ir más allá. Y solicita ser exclaus­trado para vivir en Nazaret como sirviente de un monasterio de monjas clarisas. Aquí estará tres años hasta 1900. Convencido por las Clarisas de Jerusalén acepta lo que siempre había rechazado: ser ordenado sa­cerdote y se propone “como Jesús, sacerdote para los pecadores sin pastor”.

Regresa a Francia, se prepara durante un año y es ordenado ­sacerdote en la capilla del Semi­nario de Viviers e incardinado a esta diócesis, el 9 de junio de 1901.

El mismo año marcha al desierto del Sahara, en Argelia, y se ins­tala en Benni-Abbés, solo, siendo el único sacerdote en 400 kilómetros a la redonda. Aquí esta­rá adorando a Jesús Sacra­mentado y sirviendo a todos en su casa que será llamada la Frater­nidad. Él será el hermano de todos. Buscan­do a los más pobres y abandonados avanza hacia el sur de Argelia y se instala en Taman­rasset entre las abandonadas y pobrísimas tribus Tuaregs. Ellos serán sus hermanos más cercanos hasta su muerte violenta acaecida en la tardecita del primero de diciembre de 1916.

Su vida en el desierto será brindar amistad y fraternidad a todos, testimoniar la bondad de Jesús, acoger con cariño a todos, celebrar cada día La Eucaristía, poner a Jesús en el corazón del desierto irradiando gracia, adorándolo, sirviendo a los tuaregs, ­traduciendo a su lengua el Evangelio, y componiendo para ellos una gra­mática y un diccionario. Un nuevo estilo de misionero evangelizador.

El mismo día de su muerte se encontró escrito: “el mayor anhelo de mi vida es morir hoy como se debe, como un mártir”.

Beatificado el 13 de noviembre del 2005 por el Papa Benedicto XVI. Él nos invita a ser hermanos universales.

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