Willian García

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El pasado 10 de febrero falleció William García, comunicador social, locutor, maestro de ceremonia, trabajador incansable de san Fran­cisco de Macorís. Pero mucho más que todo eso, hombre de sensibilidad humana, defensor de causas, amigo, generoso. Su muerte nos deja un vacío. El mejor homenaje es la canción de Alberto Cortez, “Cuando un amigo se va queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo”.

 

Ayuntamiento. ¡Qué pena el incidente de las elecciones municipales ¡Mucha gente cree que los ayuntamientos son poca cosa, a lo más para recoger la basura! Pero no, el ayunta­miento tiene su origen allá en los tiempos de Roma, mucho antes de pensar en los gobiernos centrales elegidos. El ayuntamiento vela por la vida cercana de los ciudadanos y crea la conciencia del bien y respetuoso vivir. Es verdad que se encarga de la higiene urbana, basuras y aguas resi­duales, pero también de la belleza y del res­peto de los unos a los otros. Crea ciudada­nía.

 

Hermandad Emaús-Hombres. Dentro del conjunto de declaraciones de personas y grupos eclesiásticos a propósito de las elecciones, nos parece que las que proporcionó el grupo Hermandad de Emaús Hombres son las más completas. Llamó a “votar con conciencia y así contribuir a combatir y poner fin a la inseguridad ciudadana, la corrupción y a la impunidad”.

Comprar-vender el voto. De los frau­des electorales, la com­pra y venta del voto es el más fácil y venal porque se apoya en la pobreza. Es una práctica dolosa, delictiva, pecaminosa como la llamó monseñor Osoria, pero aun más fruto de una cultura predominante en la sociedad dominicana. La gente ni respeta al otro ni se respeta a sí. Cree poco en la digni­dad de la persona, cree que todo tiene un valor que se mide en pesos. Los políticos por mu­chos años han creído y practicado el financia­miento de la compra no solo del voto sino de la conciencia del ciudadano. Y los ciudadanos han estado dispuestos a venderse por poco. Se vende por poco el responsable de la familia pobre que está dispuesto a vender su alma al diablo con tal de llevar el pan a su casa. Y el tíguere de la calle, lumpemproleta­rio lo llamaría una es­cuela sociológica, que por par de cerve­zas no se avergüenza de nada (caravanear, gritar, caer­se a puñetazos, hacer masa y escándalo alrededor de los co­legios electo­rales, incidentar los procesos y hasta ma­tar). Es ya una expresión de nuestra cultura que nos costará supe­rar.

 

Algo de historia política electoral dominicana. Se cuenta que, en 1914, en medio de la violencia política desarrollada después del asesinato de Mon Cáceres en 1911, el gobierno ame­ricano se dispuso a po­ner orden en la política dominicana y forzó la celebración de eleccio­nes bajo su supervi­sión. Bueno, se convo­có a elecciones y se presentaron las candida­turas de Vásquez y Jimenes, los partidos representados por un gallo bolo y otro colú. Se organizaron mesas electora­les de manera que cada mesa tenía urnas separadas, divididas por alambres de púas para evitar que se encontraran y se pelea­ran los partidarios de las dife­rentes candida­turas. Esto no impidió que los seguidores se in­sul­taran y se comba­tie­ran a puños y hasta a tiros. Se buscaba a los partidarios y eran traídos a la fuerza a votar y a algunos se les daba una moneda de veinte centavos que se le lla­maba popularmente clavao. Las elecciones las ganó el expresidente Juan Isidro Jimenes. La historia sigue.

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