Maestro en esta sociedad

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Realidades y Extractos

Por: José Jordi Veras Rodriguez

La sociedad dominicana de hoy, requiere como nunca antes, de reencontrarse con los valores que se han ido perdiendo con el tiempo y debe hacerlo sobre todo basado en los entes que sostienen un determinado conglomerado social, como lo son la familia y la escuela. Dentro de ésta última, se asume que se encuentra el maestro. 

Cuando en días pasados el Ministro de Educación se refirió en términos muy concluyentes de que la escuela dominicana estaba estancada, no sólo lo dijo, por lo que se ha dejado de hacer en los últimos años desde que fue aprobado el 4 por ciento. Y que fuera de la inversión que hubo en la infraestructura y de adecuar el salario de los profesores para darle dignidad a su oficio y a la vez motivación en el mismo, que de 17 mil pesos que ganaban antes del 2013, pasaron a percibir entre 40 mil y 50 mil pesos con sus correspondientes beneficios; sino, porque los planes para mejorarla y los demás recursos, no han sabido aprovecharse y eso es lo que dicen los números. 

Ahora bien, dentro de todo eso también se engloba el papel del profesorado y la actitud como gremio ante lo que ha estado ocurriendo. 

El valor de un docente es parte determinante de cómo se desarrolla un niño, un adolescente. Porque junto a los padres, es uno de los guías y mentores en el camino de cada uno de ellos. Es la continuidad del hogar para los alumnos. Es quien también asume un papel de autoridad ante ellos, pero no solo por su posición y calidad, sino por su ejemplo y su comportamiento. 

No olvido las tantas veces que nuestro padre nos hablaba de la gran ayuda en su formación que fueron sus educadores, ya que su madre, mi abuela, fue analfabeta aunque con una sapiencia de campo. Nos rememoraba lo que supuso en su niñez, para él, recibir clases de Altagracia Mercedes Iglesias De Lora, doña Tatica, la madre de Huchi Lora. O lo que resultó en su formación académica de la secundaria recibir, no solo docencia escolar, sino rectitud, del profesor Estévez. 


O el privilegio de haber recibido las cátedras para su formación como abogado, del maestro de maestros, y formador de grandes jurisconsultos, Don Hipólito Herrera Billini, no fue solo formado de profesionales del derecho, sino de hombres, en el sentido moral y ético. 


  De la misma manera que fue para mi padre, lo fue para esa generación y la venidera. Ahora bien, podemos decir, que en nuestro caso, tuvimos la dicha y la bendición del Todopoderoso, de haber recibido educación de calidad, y agradecer a mis padres, por habernos brindado la posibilidad de ese privilegio. 


Dentro de ese caminar educativo, podemos mencionar haber estado en las manos a nivel primario, de un hombre como don Pepe en el Instituto Iberia, cuya sola presencia infundía respeto y solemnidad. En esa misma institución, de la mano de Don Víctor Martínez, de quien estaré eternamente agradecido de todo cuanto inculcó en nuestro saber y sobre todo en la disciplina y la responsabilidad. No solo nos enseñó, lo que manda la escuela sino lo que era para la vida misma. Aquellas experiencias leyendo el Quijote. Aprendizaje del juego de ajedrez; y los viajes a las civilizaciones antiguas a través de la historia y el conocimiento de los países a través de la Geografía. En fin, toda una autoridad moral y educativa. 


En bachillerato, nunca olvidaremos, lo que fue para nosotros recibir pautas del Hermano de La Salle, Alfredo Morales, quien nos enseñó entre muchas cosas, el arte de la oratoria. Y por ello, hoy día, todo ese conocimiento nos ha servido en nuestra profesión como abogado y en los medios de comunicación. 

Todo lo descrito más arriba, son de las formas en que las que el profesor, puede influir de forma positiva en el ser humano. Puede llegar a tener la extensión de la calidad de una madre o un padre, por lo que representa, y lo que supone para el niño y adolescente. Y al fin y al cabo, es protagonista de lo que puede llegar a ser ese alumno en el seno de la sociedad. Por eso, cuando fallan los padres en el hogar, el maestro puede ser una oportunidad para ser un instrumento resiliente en la vida del pupilo. 


La sociedad dominicana de hoy, requiere de forma urgente, no solo del papel de los padres, y del Estado regulando las normativas y la planificación general, sino también, la del profesorado con su actitud; conducta y preparación ante el estudiante que lo observa como una esperanza de ser emulado en todo cuanto dice y cuánto hace.