Por: Isabel Valerio Lora, MSc.  Email:isaelvlora@gmail.com

″Instruye al niño en el camino que debe andar, y aun cuando sea viejo no se apartará de él. ″Rey Salomón.

El grito sirve sólo para frenar un comportamiento negativo en el momento y  sólo trae consecuencias negativas.

Laura Lewin  especialista en educación  sugiere algunas técnicas para evitar educar gritando:

Maneje una comunicación clara.

Como padres, en  vez de gritar órdenes, comuníquese con sus hijos de forma clara y pausada, voz firme aun cuando hay tensión. Explíqueles qué  esperan de ellos y cualquier tópico que no entiendan.

 Aprender a autorregular sus emociones.

Gestionar las emociones es vital para controlar los impulsos y evitar reaccionar antes de pensar con claridad.

Fije y mantenga límites claros

Los padres deben establecer límites claros y comunicar las consecuencias de manera efectiva, de modo que los hijos entiendan que hay una razón para cumplir con las reglas.

Reforzar las conductas positivas

Los hijos necesitan sentirse valorados y reconocidos por sus conductas positivas. Los padres pueden aprovechar estos momentos para felicitar a sus hijos y hacerles saber que están orgullosos de ellos. Eso reforzará su autoestima y motivará  a prolongar las conductas positivas.

Apliquen  la empatía y foméntela  en los hijos

Trate  de aplicar la empatía para comprender los sentimientos y necesidades de sus hijos, el por qué puede estar actuando de cierta manera. Póngase en su lugar.  No es lo mismo una rabieta porque tiene hambre o sueño o porque quiere ver televisión.

Adapte la crianza a cada hijo.

Como padres, es bueno entender que cada niño es único, que  viene sin manual de instrucciones que especifique qué hacer en cada caso; y requiere crianza, educación y atención personalizada, adaptada a sus necesidades. Recuerde, las técnicas que funcionan con un hijo, no necesariamente le sirven para otro.

Busque ayuda profesional, si siente que tiene dificultades que no sabe lidiar.

Un profesional de la conducta, puede ayudarle a fomentar un estilo de crianza positivo, basado en el respeto, fomentando los valores, entendiendo las necesidades básicas de cada uno y enseñando tanto a padres como a hijos, a gestionar sus estados emocionales, que repercuten de forma indirecta en las conductas de los hijos.