Un día pasaba Eliseo por Sunam y una mujer rica lo invitó con insistencia a comer. Y, siempre que pasaba por allí, iba a comer a su casa. Ella dijo a su marido: “Me consta que ese hombre de Dios es un santo; con frecuencia pasa por nuestra casa. Vamos a prepararle una habitación pequeña, cerrada, en el piso superior; le ponemos allí una cama, una mesa, una silla y un candil, y así, cuando venga a visitarnos, se quedará aquí.” Un día llegó allí, entró en la habitación y se acostó. Dijo a su criado Guejazi: “¿Qué podríamos hacer por ella?” Guejazi comentó: “Qué sé yo. No tiene hijos, y su marido es viejo.” Eliseo dijo: “Llámala.” La llamó. Ella se quedó junto a la puerta, y Eliseo le dijo: “El año que viene, por estas fechas, abrazarás a un hijo.” (2 Reyes 4, 8-11.14-16)

“Me consta que ese hombre de Dios es un santo”, dice la sunamita de esta historia refiriéndose a Eliseo. ¿Qué sería lo que la atrajo de él para hacer semejante afirmación? Lo primero que se me ocurre es pensar en una de las características centrales del profeta bíblico y que recoge un autor que he leído: “Su palabra, ‘palabra de Dios’, pasaba por su corazón y su existencia antes de llegar a ser palabra para el pueblo”. Con razón se ha dicho que “la esencia del profetismo es el profeta mismo” (André Néher). El profeta no solo proclama palabra de Dios; él mismo es palabra de Dios. Su vida es su mensaje, más contundente que sus palabras. La manera de vivirse ante sí mismo, ante los demás y ante Dios hacen de él una persona singular, un hombre de Dios.

Esa palabra de Dios, asimilada y transmitida, aparecía como un caudal de esperanza en medio del drama de la vida cotidiana y de la historia. El mensaje profético procura transmitir fortaleza y aliento a las personas en los momentos más dramáticos de su existencia. En el relato que nos ocupa esto aparece plasmado en la promesa del hijo futuro: “El año que viene, por estas fechas, abrazarás a un hijo”, dice Eliseo a aquella mujer. La pone a soñar con un futuro preñado de novedad, fructífero, cargado de vida. No se trata de recompensa por la hospitalidad que le ha dado, sino una manera concreta de hacerle ver que el futuro puede ser distinto, fructífero. Así como ella vio en él un hombre de Dios, santo; tal vez Eliseo vio en ella una mujer que se debatía entre la desesperanza y la esperanza de llegar a ser madre.  Él con su augurio despierta en ella una esperanza contra toda desesperanza. Es la esperanza a pesar de que todos los signos estén en contra. Lo mismo pasó con Abraham y Sarah, y de igual modo pasará con Zacarías e Isabel: “No tiene hijos, y su marido es viejo”, dice a Eliseo su criado. Tendrá que ser una esperanza en forma de espera paciente.

En su catequesis sobre la fe y esperanza de Abraham, nos dice el Papa Francisco: “La esperanza abre nuevos horizontes, hace capaz de soñar aquello que ni siquiera es imaginable. La esperanza hace entrar en la oscuridad de un futuro incierto para caminar en la luz… Abraham, en la fe, se dirige a Dios para que le ayude a seguir esperando.

La esperanza que despierta el profeta con su mensaje a veces es una esperanza que brota de las cenizas o del insistente diálogo con la desesperante realidad que atraviesa el ser humano. Con su mensaje de esperanza el profeta intenta alcanzar el corazón de sus oyentes con el fin de que alcancen una vida nueva, tanto para ellos como para todo el pueblo. Al ver al profeta el creyente ve la acción de Dios. Entonces puede decir: ese hombre de Dios… esa mujer de Dios.

Pero el profeta también aborda el tema de la esperanza desde otra perspectiva: hace caer en la cuenta a sus oyentes de la tentación de pretender vivir de esperanzas baratas e ilusiones falsas. Por eso, previo al mensaje de esperanza los profetas bíblicos procuran transmitirnos una mirada realista del mundo y de la historia. Donde la realidad impone desesperanza el amor pone esperanza. Por eso el profeta no solo proclama la justicia de Dios, sino que también insiste en su misericordia. Cuando la esperanza es creada desde el amor, nuestro proyecto de vida personal y comunitario se ve fortalecido.