PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA.

0
11

La importancia del credo

Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.  mmaza@belenjesuit.org

Cuando nos reunimos a celebrar la Eucaristía los domingos, luego de la prédica del presbítero, recitamos el Credo, es decir, un resumen de los contenidos más importantes de nuestra fe. 

Ya, hacia los años 54 – 57, Pablo de Tarso escribiendo a los Corintios, la comunidad de sus desvelos, resumía así su enseñanza más importante: “en primer lugar les he transmitido esto, tal como yo mismo lo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras; que fue sepultado; que resucitó al tercer día, también según las Escrituras; que se apareció a Pedro y luego a los Doce. Después se dejó ver por más de quinientos hermanos juntos, algunos de los cuales ya han entrado en el descanso, pero la mayoría vive todavía. Después se le apareció a Santiago, y seguidamente a todos los apóstoles. Y se me apareció también a mí… … Pues bien, esto es lo que predicamos tanto ellos como yo, y esto es lo que han creído.” (1ª Corintios 15, 3 – 11).

Estos versos representan un credo, el contenido de la tradición oral que Pablo recibió, predicó en Corinto y fue creído por esa comunidad. Esas fórmulas eran repetidas con ocasión del bautismo, cuando nuevos miembros ingresaban en la comunidad. Pablo exhortaba a los corintios a mantenerse firmes en esa enseñanza para salvarse (1ª Corintios 15, 2).

Estos artículos servían como criterios de la fe verdadera creída por la comunidad. Con ellos se respondía a los herejes, es decir, aquellos que escogían interesadamente lo que iban a creer.  En el caso de la comunidad de Corinto, algunos negaban la resurrección de los muertos y la de Jesús (1 Corintios 15, 12 – 13). Otros buscaban milagros o ciencia, porque les daba vergüenza la cruz de Cristo, signo de debilidad y de locura.  La enseñanza de Pablo era la base que nadie podía cambiar (1 Corintios 3, 11).

Desde los primeros tiempos de la Iglesia hubo intentos de acomodar la Buena Noticia a las creencias mantenidas durante siglos, o a lo que resultaba más cómodo. Escribiendo a los Gálatas hacia el año 57 Pablo les avisa: algunos de esa comunidad se han pasado “a un evangelio diferente” (Gálatas 1,6).  Los Gálatas iban bien, “¿quién los fascinó? (Gálatas 3, 1).

El credo nos ofrece un camino seguro para vivir nuestro bautismo.