En el nombre de Jesús 

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En aquellos días, Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: “Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; pues, quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos.” (Hechos de los apóstoles 4, 8-12)

Pedro y Juan han sido detenidos por las autoridades judías después de haber curado a un paralítico junto al Templo. Nos encontramos aquí con la defensa hecha por el primero de estos dos apóstoles posiblemente ante el Sanedrín, suprema autoridad del judaísmo y encargado de dirimir los asuntos relacionados con temas religiosos. En el versículo anterior a nuestro texto (v.7) ellos les habían preguntado: “¿Con qué poder o en nombre de quién han hecho esto ustedes? Recordemos que Pedro había mandado al paralítico: “En el nombre de Jesucristo Nazareno, anda”. Aparece aquí una clave para una auténtica vida cristiana: hacer lo que hacemos en el nombre de Jesús.

En su defensa, después de pasar la noche bajo custodia, Pedro deja claro que el autor de la curación es Jesucristo Nazareno; no ellos. Lo dice “lleno del Espíritu Santo”. Esto me recuerda lo que dirá Pablo en la Primera carta a los corintios: nadie puede decir Jesucristo es el Señor si no es movido por el Espíritu Santo. También me recuerda la promesa de Jesús en los evangelios: “El Espíritu santo les enseñará en aquel momento lo que tendrán que decir” (Lc 12,12; Mt 10,19ss). Además pone en evidencia una de las claves del libro de los Hechos de los apóstoles: es una historia en la que el protagonista es el Espíritu Santo. Él es quien dice a los apóstoles a dónde ir, qué decir y qué hacer.

En efecto, el Espíritu Santo presente en todos los comienzos (creación, concepción de Jesús e inicio de su misión), también lo está en el inicio de de la misión de la Iglesia. En el Antiguo Testamento aparece la expresión “espíritu de Dios”, que por lo regular se hace presente en hombres y mujeres para desempeñar su misión en el mundo. En el Nuevo Testamento aparece en los momentos cruciales de la vida de Jesús. Por su parte, Pentecostés ha sido una especie de big bang del Espíritu. Él acompaña por todas partes a los testigos de Jesús. Algunos han llegado a catalogar el libro de los Hechos de los apóstoles como el evangelio del Espíritu Santo. Presente en toda la historia de la salvación es el unificador o garante de la continuidad del mensaje recibido por judíos y cristianos. Garantiza la continuidad del tiempo y de los acontecimientos salvíficos.

Aunque Pedro solo es cuestionado sobre la curación del paralítico, no pierde la oportunidad para confesar su fe y proclamar el anuncio de la salvación ofrecida en Jesucristo muerto y resucitado. Como es recurrente en la obra lucana Jesús no solo ofrece curación a los enfermos, sino la salvación. En ningún otro nombre está la salvación, por eso es considerado “piedra angular”, aquella que hace posible que la estructura del edificio se mantenga en pie. Clara alusión al salmo 118,22. Ellos, las autoridades judías, han rechazado la salvación ofrecida por Jesús, lo que puede ser considerado un acto de insensatez. Es significativo que ese salmo se cante en el contexto de la cena pascual judía al recordar la salvación ofrecida por Dios al pueblo. Pedro aplica el salmo a Jesús, rechazado por los judíos, pero convertido por Dios en piedra angualar. La curación, lo mismo que la salvación no es fruto de un esfuerzo humano, es obrada por el “nombre” de Jesús. El nombre de Jesús comprende toda su persona. Significa “Dios salva”. Es precisamente lo que ha ocurrido con aquel paralítico. Su nombre realiza lo que él mismo significa. Quien tiene fe en el nombre de Jesús, esto es en su persona, alcanzará la salvación.