Presta oído al susurro de su corazón sensible

0
247

El mes de mayo celebramos el día del trabajador.  Eso crea una hermosa oportunidad para reflexionar sobre ello. Cuantas veces hemos escuchado: si no vas a estudiar, tendrás que trabajar mucho y serás pobre. ¨Cuando los hijos piden algo a sus padres y es superfluo, Yo les digo: No den todo a sus hijos. Te lo agradecerán en el futuro, pero no ahora. Enséñales a respetar el trabajo porque Dios tiene un plan para cada uno de nosotros, incluso para un hombre como yo¨. Así dijo el famoso evangelizador australiano Nick Vujicic, quien nació sin extremidades. Gracias a la actitud madura de sus padres, tuvo un positivo deseo de tomar las riendas de su propia vida y darle sentido.

Todos sabemos que hoy en día domina el estilo de vida del consumo. Este estilo simplemente mata a un hombre, porque enseña más a tener que a ser. Ser sensible para el padre Bronislao Markiewicz, significaba no malcriar a sus hijos, no protegerlos de forma excesiva, sino valorar el esfuerzo, sacrificio y el trabajo. Bronislao valoraba mucho el trabajo. Cuando los niños pequeños ingresaban a sus instalaciones los llevaba a pasear por las factorías y mostrándoles los talleres de artesanía les decía: ¨miren y pregúntense dónde se sentirían mejor, qué es lo que más les gusta. En un tiempo vas a empezar a trabajar aquí¨. Así les inculcaba el amor al trabajo y al mismo tiempo a su vida.

Esta actitud fue revolucionaria en el contexto de aquellos tiempos, desvinculados de la vida cotidiana. Los hijos no elegían su futuro, los padres lo hacían por ellos. Incluso los matrimonios eran una especie de arreglo entre los padres en nombre de los jóvenes. Por eso Markiewicz señalaba el trabajo como un factor que santifica y libera al hombre de la esclavitud. Por ejemplo, mujeres de maridos déspotas que, teniendo grandes exigencias, eran tacaños en costear su propia cena. En la guía miguelita para los educadores podemos encontrar las siguientes palabras: ¨Amen el trabajo, estén orgullosos de nuestro trabajo, traten de despertar nuestros sentimientos positivos sobre el trabajo en las personas que se quedan con nosotros. Los que regresen del trabajo en nuestras instalaciones a sus casas lleven consigo el respeto a ello, y sepan que con el trabajo pueden hacer penitencia, reparar la vida y que trabajando pueden contribuir a levantar la patria¨.

Asimismo, decía: ¨la ociosidad es el principio de toda decadencia material y moral. Es un trabajo duro que levanta familias y naciones enteras. El hombre es creado a imagen y semejanza de Dios. Y puesto que Dios está trabajando constantemente, el hombre también debería estar trabajando constantemente, esforzándose constantemente hacia su obje tivo final. Debe trabajar toda su vida con cuerpo y alma, con todas las facultades de su ser. Cada uno de nosotros está hecho para un triple trabajo: físico, espiritual e intelectual. El trabajo espiritual es ante todo la oración, trabajo intelectual nos ayuda para nuestro propio desarrollo y facilita el planteamiento o realización del trabajo físico¨.

El padre Markiewicz valoraba mucho el trabajo físico. Dijo: ¨las manos desocupadas de un niño o joven se convierten en el arma de un crimen. Es mejor criar a un buen hombre que a cientos de malos¨. Así, el trabajo de los jóvenes, su tiempo dedicado a las cosas positivas que los desarrollan, son sin duda nuestro hito.

A finales del siglo XIX vivía en Polonia un famoso publicista que tenía un hijo, Estefan. Quería darle formación jesuita, allí enviaban a los jóvenes de las clases altas para que se educaran. Sin embargo, debido a la falta de espacio, Estefan fue colocado temporalmente en las instalaciones Miguelitas. Cuando después de unos meses se liberó el espacio en las instalaciones jesuitas, el padre de Estefan vino a llevarlo, explicó pacientemente: ¨escucha, vamos de aquí a donde los jesuitas, allí tendrás un mejor lugar, un mejor dormitorio, mejor comida, tendrás la compañía de los de tu clase y, sobre todo, no tendrás que trabajar físicamente¨. Sin embargo, el niño era terco y no se fue, se quedó para siempre y fue uno de los más fieles y devotos colaboradores del P. Markiewicz, experimentando el poder de la providencia de Dios a diario.