¿Sería el fideicomiso una solución para Haití?

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Estamos tan acostumbrados a un Haití convulsionado, que no notamos cuando su situación puede ex­plotar y afectarnos también. De los huracanes sociales o políticos que allí ocurran, queramos o no, sus ráfagas nos llegarán aquí.

Hace días el presidente de Haití, Jovenel Moise, en un discurso, pidió el apoyo internacional y la colaboración de todos los sectores de la sociedad para acabar con la violencia de las bandas armadas que se ha recrudecido en las últimas semanas. Afirmó que no pedía una intervención de tropas extranjeras, como la que desa­rrolló la ONU entre 2004 y 2019, sino el “compromiso” de la comunidad internacional en la lucha contra la inseguridad.

Las famosas “ayudas internacio­nales” a Haití, ade­más de varias ser poco efectivas o fuente de corrupción, son coyunturales. Se anuncian especialmente en momentos de catástrofes. ¿Sería el fideicomiso la solución más efectiva a corto, mediano y largo plazo?

Hace años la OEA apoyó un fideicomiso para administrar la ayu­da internacional que recibiría Haití luego del terrible terremoto del año 2010. Recuerdo que los organismos internacionales reunidos en Canadá se comprometieron a entregar en los siguientes años más de 10.000 mi-llones de dólares. No se cumplió.

El tema del fideicomiso debe colocarse nueva vez sobre la mesa con la importancia que amerita, siendo la ONU el escenario ideal. Consistiría en que toda ayuda, dona­ción, colaboración, etc. que la co­munidad internacional (fideicomitentes) otorgue a Haití, serían admi­nistradas por personas jurídicas (fiduciarios) elegidas por la misma comunidad internacional, todo a favor del pueblo haitiano (fideico­misario o beneficiario).

Como los líderes haitianos han fallado hasta respirando: ¿podría este fideicomiso traspasar lo econó­mico y abarcar al Estado? ¿Podría un fideicomiso algo atípico ser responsable de go­bernar Haití en todos los sentidos? ¿Podría manejar la economía, elegir jueces, controlar la seguridad, definir la política exterior, nombrar funcio­na­rios nacionales y locales, creando las condiciones para que dentro de varios años los haitianos estén pre­parados para dirigir su propio destino?

¿Sería este fideicomiso lo más conveniente para que Haití inicie a gatear en el mundo moderno y para que en un futuro recorra sus pri­meros pasos como nación ya mínimamente organizada? ¿O debemos en este caso ser abanderados de la autodeterminación de los pueblos y del principio de la no intervención? Pero, mientras aparecen respuestas, los dominicanos debemos mante­nernos alertas con lo que sucede en el hermano país, ya que el lobo del famoso cuento puede aparecer.

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