No podemos pasar por alto, tenemos que estar al tanto de lo que sucede y aprendemos del Brasil pues nos toca muy de cerca. En las elecciones del pasado domingo 7 de octubre, Jair Bolsonaro, lo que llamamos un candidato de la derecha, venció con un 46, 03 por ciento de los votos a Fernando Haddad, el candidato del Partido de los Trabajadores, del dirigente obrero Lula da Silva, que gobernó del 2003 al 2011 con el apoyo del voto obrero, social y católico. ¿Qué pasó?
Los hechos, diríamos la crisis, se venía arrastrando desde hace mucho. Tuvo dos vertientes, una moral, la corrupción empresarial y gubernamental y otra económica. Primero fue depuesta la presidenta Dilma Roussef, después fue apresado el expresidente Lula da Silva. Se decía entonces que era un plan, un golpe de Estado parlamentario de la derecha. En cambio, otros destacaban, entre ellos nosotros, que existía un problema de fondo real y básico. Primero, que el país entraba en una parálisis económica que no podía mantener el gasto social que caracterizó el gobierno de Lula: un bono a las madres pobres para que mandaran los hijos a la escuela, la salud pública de amplia cobertura.
Pero tan importante aún fue la convicción que el Partido de los Trabajadores y el mismo Lula estaban implicados en problemas de corrupción, Que ellos, siendo gobierno no podían ser ajenos a escándalos como los llamados “Petroleo” que implicaba a la gran compañía de petróleo Petrobras, ni al “Lava Jato’ sobre la construcción donde la Compañía Odebrecht era parte activa, ni mucho menos a las actividades del consejero electoral Joao Santana que se paseaba por diferentes países asesorando procesos electorales siempre triunfantes.
En ese cuadro, emergió como candidato a la presidencia un diputado de segundo orden, pasado capitán del ejército, que con temas procaces como por ejemplo que las mujeres no deben ganar igual a los hombres, los negros solo sirven para consumir, preferir un hijo muerto a ser gay, policía que no mata no es policía fue creando una candidatura y aumentó la preferencia electoral. Aunque se decía católico captó el voto de las iglesias protestantes, de sectores de las clases medias y del empresariado.
Bolsonaro no ganó la mitad más uno de los votos. El 22 de octubre será la segunda vuelta, no obstante Brasil es una lección. El fracaso del sueño popular, obrero, de los pobres de Lula y su Partido de los Trabajadores. La emergencia de un candidato apayaseado que con frases de relumbrón gana preferencias electorales. El mal ejemplo de Brasil país líder en América Latina. Debemos estar al tanto.
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