La flor de piñón

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A veces uno busca un motivo para escribir o sobre el cual escribir. Sales, a ver con qué te encuentras y resulta que “el motivo” sobrepasa las posibles palabras que quieras utilizar para que sirvan de soporte al motivo o viceversa.

Viene de mi niñez. Todas las cercas que separaban los terrenos de los caminos tenían árboles de piñón que cumplían múltiples propósitos.

Servir de soporte a la alambrada (postes vivos le decían). Daban sombra a aquellos que tenían ganado y también servían de alimento al mismo ganado y sus ramas se utilizaban para mejorar otras cercas.

Lo mejor para mí era la floración con sus ­colores pasteles y los abejones siempre envueltos en este ropaje de plenitud. Hoy encontré algunos piñones con inflorescen­cias. Pocos, pero suficientes para rememorar aquellos tiempos.

Por cierto que recientemente vi muchos por Jánico y me imagino que por Cabrera y Jamao las flores de piñón habrán cambiado el paisaje.

La vida con sus manifestaciones continúa.

Es bueno salir a veces y ver este fenómeno de la crea­ción en su constante devenir, más allá de nuestras situaciones particulares.

Alegra y entusiasma ver tanta belleza dispuesta a nuestra mirada, sin esperar pago ni  recom­pensa.

A ello llamamos gratuidad

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