La ceniza de un miércoles

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Elementos secularizantes presio­nan a los creyentes, sobre todo a los cristianos, para que vivan su fe del modo más privado posible. Eso explica que en ciertos países, como EE. UU., haya habido prohibiciones contra monumentos públicos a los Diez Mandamientos y al Nacimiento de Jesús. Los creyentes en general, cual mansos corderos, suelen plegarse a tales exigencias, y esconden su fe. Pero hay un día en el año, un miércoles, en que testimonian la fe.

El próximo 17 de febrero muchos feligreses acudirán a las iglesias a re­cibir la ceniza. Este año no habrá un testimonio tan visible como en el pa­sado, porque la Santa Sede ha dispuesto no tocar la frente de los fieles, sino rociar un poco de ceniza sobre las cabezas. Esa medida se debe a motivos higiénicos con ocasión de la pandemia.

Con la Liturgia del Miércoles de Ceniza se da inicio a la Cuaresma, tiempo penitencial de preparación para la mayor fiesta del calendario cristiano, la Pascua. El uso de ceniza como símbolo de arrepentimiento data de los más re­motos tiempos bíblicos. Leamos, por ejemplo, Jonás 3,6: “El anuncio llegó hasta el rey de Nínive, que se bajó del trono, se quitó su manto, se vistió de saco, y se sentó en la ceniza.”

La Iglesia cristiana ha conservado símbolos del Antiguo Testamento, como éste de aplicar ceniza como ex­presión de penitencia. Durante los primeros siglos de la era cristiana, los pecadores públicos, es decir, los que habían caído en pecados graves como adulterio, apostasía y homicidio, se sentaban a la puerta de la iglesia ves­tidos de saco y cubiertos de ceniza en espera de la absolución.

Con el tiempo decayó la práctica de la penitencia pública, y a partir del siglo VIII ya toda la comunidad reci­bía la marca de la ceniza. Después de todo, no hay nadie que no sea peca­dor, aunque por la misericordia de Dios no todos cometan pecados mortales.

Entre las iglesias cristianas, la Ca­tólica es la más visual, la de más exuberante liturgia, tan rica en gestos, ritos, cantos y símbolos. Todo eso tie­ne mucho de positivo, pues por los sentidos se llega mejor a la mente y al corazón.

Pero existe el peligro de ritualis­mo, de atribuir valor mágico a los signos sagrados. Por eso la Iglesia insiste en que sólo se imponga la ceniza a quienes participen en las oraciones previas y escuchen la Liturgia de la Palabra, pues los textos ayudan a interiorizar el mensaje penitencial del que la ceniza no es más que un signo.

Al recibir la ceniza se le recuerda al feligrés su condición de mortal con palabras inspiradas en el Génesis: “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”. También se le puede exhortar con frase del mismo Jesús: “Conviértete y cree en el Evangelio”.

A los fieles se les recuerda, ade­más, que el Miércoles de Ceniza es el único día del año, junto con el Vier­nes Santo, en que se ayuna además de observar la abstinencia. Ésta significa renunciar a comer carne; como platos fuertes se permiten el pescado, el huevo, las nueces, el queso, más todo lo vegeta­riano. La cumplen los mayores de 14 años hoy y viernes de Cuaresma. El ayuno consiste en hacer una sola comida completa y dos ligeras. Esta penitencia sólo obliga a católicos ma­yores de 21 y menores de 59 años.

Como en tantas cosas, el ayuno exige sinceridad. Se queda sin hacer penitencia quien este miércoles haga una sola comida, pero de porciones pantagruélicas.

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