Pasemos el examen

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El pasado primero de mayo hubo manifestaciones en diversas ciuda­des del mundo. Los obreros celebraban su día. La fecha es propicia para repasar las condiciones en que viven los trabajadores.

El Compendio de la  Doctrina Social de la Igle­sia nos presenta algunos lineamientos que nos ayudan a mirar esta realidad entre patronos y emplea­dos para buscar soluciones que promuevan el bien común.

En su número 301 proclama: “Los derechos de los trabajadores, como todos los demás derechos, se basan en la naturaleza  de la persona humana, y en su dignidad trascendente”. ¿Se le está haciendo caso a este plantea­miento?

¿Tanto el sector público como el privado pasa­rán la prueba al verificar los siguientes puntos?

¿Hay una justa remuneración que permita al trabajador desarrollarse sin tantas precariedades como vemos a diario y que van diezmando su existencia?

-¿Se le proporciona un ambiente de trabajo que no perjudique su salud?

-¿Se procura que al llegar a la vejez disfrute de una pensión que le permita pasar esta nueva etapa en condiciones más felices, y no tener que andar mendigando hasta para adquirir los medicamentos que necesita y así curar o ali­viar, las enfermedades propias de esa edad y que muchas veces son consecuencia de las energías gastadas durante años en el trabajo?

Es bueno tener presente que las riquezas acumuladas en base a la sustracción de los beneficios del trabajador, son un pecado que impide la paz social.

Recordemos que un empresario y un Estado responsables y con una visión justa del trabajo, sabe que en la medida en que a sus empleados le son respetados sus derechos, se creará en el centro de trabajo un ambiente de mayor productividad.

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