Realidades y extractos

Hemos aprendido en la experiencia de la vida, que eso que a cada momento escuchamos como la gran necesidad de que un negocio o una institución o privada, posea un buen servicio al cliente.

Sin embargo, ese elemento ya mencionado, es cada vez más escaso o con dificultad y oportunidad de disfrutarlo.  Y sentimos que esto tiene mucha relación a cómo se ha ido degradando el nivel educativo, no solo el que se recibe en la escuela sino también, en el hogar.

A nuestro modo de ver, las reglas de un buen servicio,  no son más que aplicar esas mismas directrices de cortesía que con los años se han ido perdiendo y olvidando. 

Algunos ejemplos, serían, como: El respeto a las personas mayores que tú; el respeto a tus profesores, y saber la autoridad que representan (lo que sucede es que algunos han olvidado su papel dentro del magisterio); el simple hecho de decir: buenos días; o bienvenidos; el poder tomarle la silla a una persona para se sienta; o pararse cuando entra alguien con cierta autoridad; cómo le hablamos a los demás al ofrecerle algo o la manera en cómo lo hacemos. Es hacer sentir al otro con el mismo cuidado que desearías tú que te trataran. 

Es por todo lo anterior, que cuando vemos o somos parte en algún lugar de un buen servicio,  deseamos volver y lo vemos como algo fuera de lo normal y no es más que el buen trato que toda persona merece y espera, sin que necesariamente lo esté esperando, porque deberá ser sorprendido en algún momento por el buen comportamiento, basado en buenas actitudes.

Hoy día, es menos frecuente observar esa simpleza, pero con un efecto de agrado al espíritu de cada quien cuando es tratado tomando en cuenta su esencia humana.

Haciendo acopio de las palabras del Papa Francisco, que ofreciera  el domingo de Resurrección, nos parece oportuno no olvidar lo que dijo, entre otras cosas, esto: “Creemos en Ti, Señor Jesús, creemos que contigo la esperanza renace y el camino sigue. Tú, Señor de la vida, aliéntanos en nuestro caminar y repítenos, como a los discípulos la tarde de Pascua: «¡La paz esté con ustedes!».  

También indicaba, lo siguiente:  “Pero a lo largo del camino todavía hay muchas piedras de tropiezo, que hacen arduo y fatigoso nuestro apresurarnos hacia el Resucitado. A Él dirijamos nuestra súplica: ¡ayúdanos a correr hacia Ti! ¡Ayúdanos a abrir nuestros corazones!”.

No olvidemos, que somos todo aquello que somos capaces de ofrecer. Busquemos dar lo mejor de cada uno de nosotros, porque así deseamos que lo hagan con nosotros. Hasta por sentido común.