Ante las novedades inducidas o naturales que ocurren en el medio ambiente, los hombres racionalizamos, opinamos, profetizamos.

Con las herramientas del conocimiento nos erigimos en chamanes visualizadores del destino de los espacios y casi “aplaudimos” cuando ocurren las catástrofes porque, en muchos de nosotros, prevalece un ego inflado con deseos de “tener la razón”, más que una honesta y humana actitud colaborativa ante los fenómenos.

La naturaleza, dinámica e indetenible, marca, a su ritmo, el devenir de las trasformaciones que ocurren en muchos espacios; se adapta, procura hacer uso máximo de sus capacidades posibles, descarta y finalmente sobrevive.

Esta viudita, fotografiada en Laguna Saladilla y parte de una bandada de seis individuos, miró con pausa la cámara, un tanto inquisidora. Sus patas marcan, un espacio sensible, una división, más bien, parodiando, “con un pie aquí y el otro allá”. Los reflejos muestran las formas del mundo de otros, el caliche que simula la playa, el mundo nuestro.

Esa fragilidad del territorio es la que se procura mejorar, no por los cercanos que, muy lejos de la urbanidad, se saludan y comparten leña, café y se entrecruzan pisando una tablita; ni por las viuditas que van y vienen sobre ambos lados de la laguna sin tener fronteras en sus mapas.

Hay otra realidad, otra realidad que va más allá del espacio y las especies, una realidad que con miras en el futuro, crece, se enquista y amenaza.

De esa realidad no hablan los cientistas, ni los chamanes refugiados en colectivos amparados por instituciones que hacen uso de las palabras acción, coalición y defensa. Ellos deberían ser los primeros, por su preeminencia, en dar soluciones de ciencia a asuntos que nos competen a todos y de los cuales muchos tuvieron y aún tienen, la oportunidad de servir a la nación desde responsabilidades públicas de estado y/o organizaciones no estatales.

“..el que no puede vivir en sociedad, o no necesita nada para su propia suficiencia, no es miembro de la sociedad, sino una bestia o un dios.” Aristóteles