P. Francisco Antonio Jimenez Rosario

(Director del Instituto Nacional de Pastoral)

La Carta Pastoral de este año 2023, publicada por los Obispos dominicanos, con ocasión de la celebración de la Solemnidad de la Virgen de Altagracia, ha de ser un documento estudiado, reflexionado y orado por toda persona que se sienta parte de la Iglesia, pero también por quienes se han dejado seducir por el espíritu reinante actual de la indiferencia, y por qué no también por los que no se sienten ser parte de los nuestros, pero que si anhelan ver una iglesia más testimonial, abierta y coherente con el mensaje que profesa.

El siguiente artículo, lo que busca es ayudar a comprender mejor este documento eclesial, para que así no se quede más en otro escrito de nuestros pastores, puesto que está destinado a “todo el pueblo de Dios”.  De manera que esta vez, los Obispos concentran su atención, no solo a lo que la Iglesia dice frente a las situaciones sociales, políticas y económicas de la Nación, sino a lo que ella está llamada a ser frente a tantos desafíos que se le presentan en la actualidad. Se trata pues, de ir en su busca de su propia identidad y cómo actuar como “cuerpo” frente a la sociedad. De ahí su particular importancia por todos los que nos llamamos “católicos” y para los que nos observan desde fuera.

Esta carta cuenta con 46 números, divididos, a mi parecer, en tres partes fundamentales, precedida de una introducción.

En la parte introductoria de la Carta Pastoral se explica de inmediato a quién está dirigida y cuál es su intención. Los indican que la Carta Pastora de cada año está  dirigida a los fieles católicos, con la finalidad de orientarles sobre un tema fundamentalmente doctrinal y pastoral. En esta ocasión, toman como punto de referencia el próximo  Sínodo sobre la sinodalidad, convocado por el papa Francisco,  titulado : “Iglesia sinodal: comunión, participación y misión” (Cfr nr 1).

Su objetivo es pues destacar que la sinodalidad es más que una doctrina. Es un estilo de ser Iglesia. Es un modo de vivir, de actuar y de celebrar, iluminado por el Espíritu Santo, que nos lleva a un discernimiento personal y comunitario ante las nuevas realidades que vive la sociedad actual. De aquí el título de la Carta Pastoral: “La sinodalidad, camino de identidad eclesial”.

En la primera parte de la Carta Pastoral (1-30) se va a presentar lo que aquí se entiende por sinodalidad, a partir de las Sagradas Escrituras y el Magisterio de la Iglesia y cómo podemos hoy vivirla y no solo entenderla. Ante una época caracterizada por el individualismo, la indiferencia y la búsqueda de la realización personal sin tomar en cuenta a los demás, la sinodalidad, es un proceso de escucha que, iluminado por el Espíritu Santo, fortalece el sentido de pertenencia y de corresponsabilidad eclesial, y nos pone a caminar juntos hacia la meta común que es el anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo, la cual debe alcanzar a toda la humanidad. 

Todo esto implica un nuevo modo de entender la Iglesia, caracterizado por la comunión, la participación y la misión: “Todos estamos conectados unos de otros. Todos nos sentimos corresponsables en la vida de los demás. Todos nos hacemos participes de la única misión de todos, que es la construcción de un mundo más justo, más humano y solidario, donde cada persona aporta su parte, desde el lugar donde se encuentre” (Nr 15).

Esta nueva forma de comprender la Iglesia no se puede vivir si no es a partir de una decisión personal y comunitaria, que nos lleve a hacer un camino de discernimiento espiritual y  eclesial, el cual se realiza en la adoración, en la oración y en el contacto con la Palabra de Dios, permitiendo que sea el Espíritu Santo que mueva todo nuestro modo de ser y de actuar (Cfr Nr 17).

Para vivir entonces la sinodalidad la Carta Pastoral presenta una serie de medios que nos ayudar a ir realizando prácticas sinodales. En primer lugar, se señala la vida sacramental que, como acciones eminentemente comunitarias, es donde se debe promover la participación de todos. En cada acción litúrgica el creyente ha de asumir con responsabilidad y comunión eclesial la misión de Cristo cuerpo (Cfr 24). Esto es posible si se da todo un proceso de discernimiento personal y comunitario, que conduzca a un proceso de conversión personal y pastoral, mirando la realidad “con los ojos nuevos de compasión, esperanza y misericordia” (Nr 29)

En la segunda parte de la Carta pastoral (30-38) se nos presentan los diferentes espacios eclesiales en donde urge asumir un compromiso sinodal, donde las experiencias vividas personales, se convierten en actitudes, es decir, en un modus operandi (modo de actuar) frente a los demás. Así la “Iglesia sinodal se convierte en un estandarte, es decir, en “un signo de fraternidad, alzado entre las naciones, marcadas por divisiones y luchas de intereses(Nr 30).

Entre esos espacios donde debemos vivir la sinodalidad se encuentran:

a)     La familia, porque ella constituye un elemento vital en la estructura de la Iglesia y de la sociedad

b)    La Parroquia, porque es el lugar privilegiado para vivir la espiritualidad sinodal e inspirar una sociedad fraterna, que se esfuerza por la búsqueda del bien común.

c)     La Iglesia particular o Diócesis, porque es donde se realiza y se hace visible la Iglesia de Cristo, animada y guiada por el Obispo.  En este sentido, los Obispos afirman que la vivencia de la espiritualidad sinodal en las iglesias particulares, ayudarán a superar tres grandes desafíos que están presentes en todo proyecto pastoral diocesano, a saber: 1) La tentación de centrar todo en el obispo y los sacerdotes, donde se concibe el ministerio “como un poder que hay que ejercer no como un servicio gratuito y generoso que ofrecer” incentivando el clericalismo, 2) Impregnar todas las estructuras diocesanas  de la espiritualidad sinodal, es decir, de comunión y participación, evitando el egocentrismo y, 3) la necesidad de la formación teológico-pastoral del pueblo de Dios para la vida sinodal (Cfr Nr 32).

d)    Los movimientos apostólicos, quienes están llamados a colaborar con el crecimiento de toda la Iglesia, poniendo sus carismas al servicio de todos, superando la tentación de encerrarse en sí mismo, absolutizando su carisma y misión particular (Cfr Nr 34)

e)     La vida consagrada, porque está llamada a realizar su misión, todos unidos como un solo cuerpo (Cfr Nr 38)

La tercera parte de la Carta Pastoral (39-46) está dedicada a la sinodalidad y el Plan Nacional de Pastoral, el cual se presenta como una estructura organizativa con el fin de escuchar, discernir y seguir lo que el Espíritu nos indica como Iglesia (Cfr Nr 42). El desafío para todos (Jerarquía y fieles) es seguir formándonos para la sinodalidad, que implica seguir promoviendo formas de aprendizaje de caminar juntos.

Para alcanzar esto, los obispos señalan que debemos seguir cultivando la fraternidad, identificar y promover los dones y carismas presentes en la comunidad, crear más espacios de formación, trabajar más en equipo y dinamizar nuestra acción evangelizadora, de formas dinámica, atractiva, incluyente, participativa y testimonial.

Hagamos de esta Carta pastoral, un instrumento de crecimiento en nuestra vida de fe y de compromiso eclesial. Compártalo en familia, en la reunión de sus grupos o en las reflexiones parroquiales. Puesto que todo proceso de conversión tiene que renovar, de manera orgánica e integral, la mente y el corazón. 

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