Resucitar significa vivir en Dios para ya no morir jamás. Es el triunfo de la vida so­bre la muerte y todo aquello que impida la pre­sencia de la total vo­luntad de Dios en el mun­do y más, pues la resurrección va ligada a la vida y en oposición ro­tunda a aquello que sea propagador de las seña­les de muerte en el mun­do, aunque la mis­ma ten­ga una finalidad más trascendente. Sin em­bargo, en el mundo en que estamos ya vivimos la vida en el resucitado, has­ta el día en que se dé su plenitud total, que se­rá cuando lleguemos a la presencia de nuestro Dios, tras el paso de la muerte física por nuestra vida, mientras, vamos tra­bajando por la vida que es hacer ver la resu­rrección, pues en todo aquello que implique la lu­cha y el trabajo por me­jores condiciones de vida y hacer más viable toda vida en el mundo, ahí se hace presente Cristo Jesús, el resucitado. 

Tras la Pascua debe surgir en nosotros un nuevo proyecto de vida, una nueva manera de ser y de relacionarnos con los demás y con Dios, pues lo de Cristo ha quedado como lo verdadero y eterno. La muerte, que es el principal temor del hombre ha sido destruida, ya no tiene poder sobre nosotros. La última palabra ha sido pala­bra de Dios y es definitiva y total, por eso es que las cosas deben ser distintas y mejores. 

Hay que tener mentalidad de resucitado, hay que trabajar por hacer posible lo mejor en el mundo a partir de noso­tros. Debe y tienen que surgir y hacerse ver las posibilidades maravillo­sas que Dios ha puesto en nosotros, las cuales por nuestra cobardía o por lo que sea las hemos enterrado y ahora deben salir de su tumba y ha­cerse visibles en bien de toda la humanidad. 

Hay que salir y hacer pre­sente a Cristo con un nuevo destello, con una nueva luz. La luz del re­sucitado, el que se ha puesto por encima del pe­cado y de la muerte, el que nos ha traído la alegría de la salvación y de la vida eterna en Dios. 

La resurrección se cons­tituye así en un proyecto de vida, ya que de por sí es vida y vida en abundancia. El Dios que ha hecho posible la vida ahora la reafirma por siempre y para siempre. Ser cristiano en el mundo de hoy es proteger, cuidar y auspiciar la vida en todas sus vertientes, desde la vida del planeta protegiendo el medio ambiente, hasta la vida del hombre en sus diversas etapas que van desde el vientre de la madre hasta la adultez mayor. 

Mientras estemos en este mundo que Dios nos ha dado, en nuestro mundo dominicano, fa­mi­liar  y personal hay que trabajar y aunar esfuerzo para que la vi­da sea el centro de todo nuestro quehacer, pues así aseguramos la pre­sencia del Resu­citado entre nosotros y testimoniamos que el tiempo de la Pascua, de la Resu­rrección ha llegado. 

Somos los testigos privilegiados de la resurrección de Cristo, y el mundo debe conocer la buena nueva de la resurrección, ya que vivimos en un mundo lleno de señales de muerte y de muertos, donde hace falta que la palabra de Dios que hemos reci­bido, se convierta en esa orden que Jesús una vez le dio a Lázaro muerto (Jn 11,43), para que vivan y tengan vida en abundancia, pues ese es el deseo de Dios, y debe ser el de cada uno de nosotros, y obrar de esta forma en consecuencia.