¿Acaso una madre no adormece más cerca de su corazón a ese niño que está enfermo, débil y necesita de sus cuidados maternales? Por tanto, podemos estar seguros de que Dios, que ha dotado de bondad y de sensibilidad el corazón de una madre sabe inclinarse con especial amor y cuidado especialmente sobre este hombre cuya suerte es dolorosa. Lo hace, entre otros, a través de sus ángeles, cuyo servicio principal es el servicio de socorro, rescate y protección.

Dada nuestra impotencia, a menudo estaríamos expuestos a graves peligros si no fuera por la ayuda de los ángeles. La Sagrada Escritura nos cuenta cómo Lot fue atacado persistentemente por los depravados sodomitas. Lot no pudo derrotarlos porque los superaban en número. Entonces los ángeles acudieron en su ayuda. Y a “los hombres que estaban a la entrada de la casa les dejaron deslumbrados desde el chico hasta el grande, y mal se vieron para encontrar la entrada” (Génesis 19, 11). Los ángeles protegieron su vida. Siempre entran en acción cuando las personas, las ciudades y los países experimentan una crisis.

Tal era el tiempo que vivía Jerusalén cuando Senaquerib y su poderoso ejército estaban estacionados cerca de la ciudad. El rey Ezequías y el profeta Isaías clamaron al Señor por ayuda: ¨Yahveh envió un ángel que exterminó a todos los guerreros esforzados de su ejército, a los príncipes y a los jefes que habían en el campamento del rey de Asiria; El cual volvió a su tierra cubierta la cara de vergüenza, y al entrar en la casa de su dios, allí mismo, los hijos de sus propias entrañas le hicieron una espada¨ (2 Crónicas 32, 21). También cuando san Pedro Apóstol estaba encadenado en la celda de una prisión, un ángel se le acercó, lo despertó y las cadenas se le cayeron de las manos (cf. Hechos 12, 5-19).

¿Tendríamos miedo de algo si supiéramos que los ángeles, dotados de poderes extraordinarios por Dios, están destinados a ministrarnos?

La Sagrada Escritura enseña que Dios ha mandado a sus ángeles cerca de ti para que “te guarden en todos tus caminos” (Salmo 91, 11). Todavía no es todo, a medida que continuamos con la lectura de este salmo, aprendemos que los ángeles nos acompañan en cada aflicción y necesidad de la vida (cf. Salmo 91, v 11-13). El profeta Daniel experimentó esto cuando fue arrojado al foso de los leones: ¨Mi Dios ha enviado a su ángel, que ha cerrado la boca de los leones y no me han hecho ningún mal, porque he sido hallado inocente ante él. Y tampoco ante ti, oh rey, cometió falta alguna¨¨ (Daniel 6,23).

¡Qué reconfortante es que los ángeles estén muy conectados con nuestra vida terrenal! ¡Qué maravilloso que cada uno de nosotros tenga su propio Ángel de la Guarda!

Ángel de Dios, mi guardián, gracias por tus tiernos cuidados que me rodean a lo largo de mi vida terrenal. Amén

Padre Jan Jimmy Drabczak CSMA