El mes de junio tiene dos celebraciones muy significativas para la Iglesia que son las solemnidades de Corpus Christi y el Corazón de Jesús, ambas están muy arraigadas no solo en la vida de nuestra Iglesia sino también en la devoción popular de nuestro pueblo, de ellas sale una corriente espiritual garante de nuestra fe que se basa en el Jesús eucaristía que se nos da en su cuerpo y en su sangre simplemente por un amor que brota de su Sagrado Corazón.

La Eucaristía siempre ha tenido una centralidad en nuestra fe cristiana-católica, hay una veneración y un respeto hacia ella muy grande, pues es el mismo Cristo que se nos da en la especie de pan y de vino, es su sangre que nos vivifica junto a su cuerpo que nos fortalece; es el alimento que nos da la energía suficiente para seguir nuestra marcha en el mundo tras él, es el elemento requerido para nuestro peregrinaje hasta el cielo, su celebración es la mejor forma de dar gracias al Señor por todo lo que va haciendo en nuestra vida junto a los hermanos en la fe que reunidos cada domingo o en otras ocasiones, en asamblea compartimos junto a su presencia real que llega hasta nosotros y nosotros nos elevamos a él.

Cuánta conciencia se ha logrado desde el Concilio Vaticano II entorno a la eucaristía, pues ya no es un mero cumplimiento que antes se resumía en ese oír o ir a misa, pues ahora se habla de participar, de ser parte de lo que se celebra en una participación activa y consciente, como debe ser en todo acto de la vida litúrgica de la Iglesia, pues en ella no somos meros espectadores o perros mudos contemplando meramente a su amo, no, en ella tenemos nuestra parte y el ministro y el Señor la suya, pero al unísono de un encuentro dador de vida entre la criatura y su Dios, entre su siervo y su Señor, entre hermanos que caminan juntos en la fe que viven en una comunidad llamada Iglesia.

Cuanto derroche de gracia nos da el Señor en su inmensa bondad a través de la eucaristía, es todo un caudal de bendiciones otorgado por Dios a nosotros sus hijos. Es interesante la relación que la Palabra de Dios hace de la eucaristía y la resurrección, pues es el Señor resucitado el que se nos aparece cada vez que celebramos, es la victoria futura que hacemos patente en nuestro presente, es la espera anticipada de esa unión gratuita que nos espera al final de los tiempos entre Dios y nosotros a la hora de ese cuerpo y esa sangre de Cristo formar parte de nuestro cuerpo en el momento de la comunión; ¡Que nos falten muchas cosas en nuestra vida y en este mundo!, pero que nunca nos falte el pan eucarístico.

Esa donación de Cristo en la eucaristía, solo puede brotar de un corazón humano y divino que nos ama, que siempre quiere lo mejor para nosotros, que busca amarnos y ser amado, por eso en este junio eucaristía y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús van de la mano, pues solo un corazón desinteresado y amoroso busca darse, entregarse y es eso lo que el Señor ha hecho al darnos su cuerpo y su sangre en la eucaristía. Amor que nos hace partícipe a todos nosotros de la gracia salvífica de nuestro Dios y Señor y nos reserva un lugar en su amado y sagrado corazón. Vivamos con gozo y alegría siempre unido a Cristo eucaristía hasta llegar a esa unión íntima y eterna con él.