Así dice el Señor, que abrió camino en el mar y senda en las aguas impetuosas; que sacó a batalla carros y caballos, tropa con sus valientes; caían para no levantarse, se apagaron como mecha que se extingue. “No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo. Me glorificarán las bestias del campo, chacales y avestruces, porque ofreceré agua en el desierto, ríos en el yermo, para apagar la sed de mi pueblo, de mi escogido, el pueblo que yo formé, para que proclamara mi alabanza.” (Isaías 43, 16-21)

Un texto hermoso, que nos pone en perspectiva pascual. En su primera parte los verbos aparecen en pasado, en su parte central en presente, y al final en futuro. Hay un paso del pasado hacia el futuro, atravesando el presente que vive el profeta y el pueblo a quien transmite su mensaje de esperanza. Es como si el profeta se colocara en la cima de una montaña (el presente) y mirara hacia ambos lados de la colina (pasado y futuro). ¿Qué ve? Toma conciencia de que así como Dios actuó en el pasado con su pueblo, liberándolo del poder de Egipto, lo hará nuevamente para liberarlo de la nueva fuerza opresora, Babilonia.

El autor quiere hacer caer en la cuenta al pueblo desterrado en Babilonia que el Éxodo no es una cosa del pasado, Dios lo puede actualizar cada vez que el pueblo esté viviendo en la misma situación de opresión que antes. Lo nuevo que está brotando, y que el pueblo es incapaz de reconocer, es una nueva intervención de Dios para liberarlos. La liberación futura superará a la del pasado. Si antaño Dios abrió un camino en el mar para que los israelitas pasaran, ahora abrirá un camino en el desierto. Parece más fácil esto último que lo primero, pero no. En el desierto es muy difícil abrir camino porque el viento arrastra la arena y cubre nuevamente el sendero trazado. Pero también dice que pondrá agua en el desierto que va de Babilonia a Israel, con lo importante, y al mismo tiempo lo difícil, que es tener agua en el desierto. Israel no debe vivir solo de los recuerdos del pasado, debe dar el paso a lo venidero. El futuro siempre es superior al pasado. Lo anterior ya quedó cumplido, lo venidero está preñado de posibilidades infinitas.

Ese es el mensaje del “Segundo Isaías” en ese texto que se nos propone como primera lectura de este domingo. Además, el profeta quiere decirnos que Dios es el mismo de antes, es Yahvé, el Dios que está presente en los momentos apremiantes de la historia del pueblo. Muchos, tanto en Babilonia como en Judá, pudieron haber pensado que Dios los había abandonado o que había “muerto”. La destrucción de Jerusalén y su templo era la mayor prueba de eso. ¿Valía la pena seguir creyendo en Dios ante una experiencia tan desastrosa? Creencias como “Dios está con nosotros”, “somos su pueblo elegido”, “Jerusalén y su templo son inviolables”, se ven estremecidas, derribando toda esperanza. Le tocará al profeta insistir en que Dios sigue siendo el mismo y sigue estando presente. Aún más, que intervendrá en la historia de una manera mucho más portentosa que en el pasado. Es como si les dijera: “el futuro es la más alta dimensión de Dios” (Pinchas Lapide).

Todos sabemos que las situaciones críticas pueden llevar a pueblos enteros y a personas particulares al desaliento total. También pueden hacer que las personas pretendan vivir de su nostálgico pasado; incluso que quieran tomar venganza de aquellos que han intervenido en su desgracia. Pero también sabemos que siempre aparece un resto que se deja transformar por esas amargas experiencias y dan un salto de calidad a sus vidas. Son precisamente los que no se quedan con la mirada clavada en el pasado, sino que son capaces de descubrir brotes de vida nueva debajo de los escombros. También a eso invita el profeta en la lectura de hoy: “No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”

Hay otra manera de mirar al pasado, como insumo para vislumbrar el futuro. Para la mentalidad judía pasado y futuro se confunden como las aguas de un río que no detiene su curso. Si en el pasado Dios intervino portentosamente qué no esperar en el futuro. Recordemos que una de las formas de interpretar el nombre de Yahvé es “yo soy el que seré”. Es este significado del nombre de Dios lo que ha inspirado la oración judía que, entre otras cosas, dice: “Tú has visto mis acciones futuras aun antes de que yo naciera”. 

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