EN MARZO CUARESMA Y SEMANA SANTA

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Este año la Cuaresma se desarrolla en pleno en el mes de marzo, culminando dicho mes con la celebración de la Semana Santa. Hay todo un derroche de actividades litúrgicas y espirituales para hacer presente este tiempo de preparación hacia la Pascua. 

La gente en Cuaresma se siente muy dispuesta espiritualmente para hacer experiencia de Dios en su vida, aún aquellos que no son asiduos durante todo el año a las actividades de la comunidad, pero a cada uno el Señor le tiene su momento y en base a su medida y capacidad le exige, y tal vez esto es lo más significativo y comprometedor que algunos hermanos nuestros pueden realizar en su vida de relación con Dios.

El tiempo cuaresmal se compara a un caminar por el desierto, a semejanza del pueblo de Israel en su cuarenta años por el desierto, para llegar a la tierra prometida, o Elías, 40 días para llegar al Horeb y encontrarse con Dios, o el mismo Jesús, cuarenta días y cuarenta noches en el desierto, antes de emprender su vida pública. 

El número cuarenta bíblicamente no equivale a un tiempo cronológicamente exacto, sino a tiempo de penitencia, sacrificio, y sobre todo purificación; que el pueblo de Israel y Elías necesitasen purificación, eso lo entendemos, pero: ¿De qué tendría

que purificarse Jesús? De lo más humano que tenemos, las tentaciones, y el es hombre en todo menos en el pecado. 

Hay la necesidad siempre de purificar nuestras vidas en cuanto a nuestras

inclinaciones, las cuales a veces no son muy sanas y santas, de nuestras caídas en el pecado, las cuales nos alejan y apartan de Dios y de nuestros hermanos, y nos llevan a vivir solo para nosotros mediante actitudes individualistas y soberbias. Pero toda esta purificación tiene una finalidad última y es nuestra preparación espiritual para celebrar y vivir la Pascua. Siempre decimos que la Cuaresma no es un tiempo en sí mismo, es tiempo para celebrar lo central de nuestra fe: la resurrección de Cristo, nuestra resurrección.

Y la Cuaresma culmina con la Semana Santa, días de fuerte carga espiritual para el creyente, pero sobre todo los últimos tres, donde se celebra el Triduo Pascual: en la cena del Señor, en la muerte del Señor y en la resurrección del Señor, es ahí el triduo, tres celebraciones donde se manifiesta todo el misterio pascual que celebramos, un Cristo que antes de ir a la muerte se nos da en su cuerpo y su sangre: la Eucaristía, y en sus ministros los sacerdotes, y más adelante el Jesús que muere en la cruz haciendo la máxima donación humana de su ser para la salvación de todos y perdón de nuestros pecados. Y finalmente el Dios hombre: Cristo que triunfante, como dice el

pregón pascual, “surge victorioso de la muerte”, como esperanza de vida eterna para la humanidad, mayores celebraciones no podemos tener más que estas a lo largo del año.

Estamos pues invitado a meternos de lleno en la Cuaresma y asumir el reto de purificación que ella nos pide, valientemente caminamos por el desierto cuaresmal, mediante nuestras penitencias y ejercicios de piedad, al lado de nuestra madre la Iglesia, presente en una comunidad de hermanos pecadores e imperfectos como somos todos, pero en búsqueda de autenticidad de vida a semejanza de nuestro Dios y Señor manifestado en el hijo Jesucristo. 

También en su momento entramos de lleno en la vivencia de la Semana Santa, que desde el Domingo de Ramos, con nuestras palmas en alto proclamemos que el triunfo de Cristo ya está cerca, que aunque su muerte esté cerca, la vida eterna está más próxima, que somos hombres y mujeres, de una esperanza mayor que lo rebasa todo y va más allá de la vida y de la muerte.