RUTH: VIUDA, POBRE Y EXTRANJERA

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El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; sus penas consiguen su favor, y su grito alcanza las nubes; los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan; no ceja hasta que Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia. (Eclesiástico 35, 12-14.16-18). 

Aparecen en estas breves líneas cuatro categorías de personas que son equivalentes en el mundo bíblico: el pobre, el oprimido, el huérfano y la viuda. Falta una quinta categoría: el extranjero o forastero. Estos cinco grupos humanos tienen en común que son sujetos de una especial atención por parte de Dios porque su condición los revela necesitados, carentes de apoyo humano, social o político. Por eso reclaman, además, particular atención en la ética bíblica. En algunos casos la Biblia nos presenta personas que reúnen más de una de estas características; Rut, por ejemplo. Ella es presentada como viuda, pobre y extranjera, una mujer sumamente necesitada de alguien que le tienda la mano. Ella encontró un “redentor”, un pariente de su esposo fallecido, que decidió casarse con ella.

Hay que señalar que en la Biblia, aunque se presentan muchas historias de pobreza económica, aparecen un sinnúmero de textos que se fijan más en la perspectiva humana de la condición del pobre. La pobreza muchas veces no es económica, sino la experiencia de desamparo, no tener a nadie que ayude a la persona. Desde esta perspectiva se entiende que huérfanos, viudas y extranjeros sean considerados los grupos humanos que conforman “el mundo” de los pobres. Los huérfanos no tienen padres que velen por ellos; las viudas han perdido sus esposos, que son el soporte social de las mismas; los extranjeros (inmigrantes) no tienen familia en la cual apoyarse. A estas personas la pobreza le viene por no tener un apoyo humano suficiente. A veces el pobre no necesita que se le dé un mendrugo de pan (pasaría de pobre a mendigo o limosnero), sino que le brinden apoyo.

El salmo 72 nos muestra que una de las primeras tareas del soberano era defender a los pobres y los débiles. Recojamos particularmente los versículos 12 y 13: “librará [el rey] al pobre suplicante, al desdichado y al que nadie ampara; se apiadará del débil y del pobre, salvará la vida de los pobres”. Incluso, en muchos textos Dios aparece como el soberano cuyo primer deber es salvar a los pobres del peligro. Es lo que hace cuando saca al pueblo sometido bajo el yugo de los egipcios.

Luego, en el Código de la Alianza, aparecerán leyes que claramente buscan proteger a extranjeros, huérfanos y viudas (Éx 22,20-23;23,9.12). Las leyes que defendían a los pobres y a los débiles eran comunes en prácticamente todo el mundo del Oriente antiguo. La originalidad de la Biblia está en el fundamento que da a esas leyes: la sacralidad de la vida y la importancia de la educación. En el Código de la Alianza que aparece en el libro del Éxodo el principio más importante es el respeto a la vida, el cuál prevalece sobre el de la propiedad. Así lo hace constar Jean-Louis Ska en uno de sus interesantísimos estudios: “La sacralidad de la vida no cede el paso a ningún otro principio, parece, ni siquiera al de la propiedad, que está en el origen de las diferencias entre las clases sociales”. Todas las leyes del Antiguo Testamento, por consiguiente, procuran orientar una conducta que favorezca la vida individual y comunitaria.

Los profetas bíblicos se mostrarán celosos de este principio. La mayoría de ellos no dudan en rechazar el culto que se tributa a Dios si éste no está acorde con un comportamiento que vele por el bien de los más desfavorecidos y garantice calidad de vida para todos. El profeta Isaías es sumamente claro en este sentido: “Harto estoy de holocaustos… y de vuestras oblaciones… Buscad lo justo… dad su derecho al oprimido y haced justicia al huérfano y a la viuda (Is 1, 11-17). Isaías ni rechaza la ley ni se opone a la celebración del culto, simplemente sostiene que no se las está tomando en serio, porque tomar la ley y el culto en serio significa hacer justicia al pobre y al huérfano. De todo lo dicho aquí es que habla el texto bíblico que encabeza esta página.

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