BALAGUER PIDE A LOS OBISPOS PARA TRUJILLO EL TÍTULO DE “ BENEFACTOR DE LA IGLESIA”. LA INGENIOSA RESPUESTA DEL PADRE ROBLES TOLEDANO

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El 19 de enero de 1961, la prensa del régimen hacía pública una carta firmada por Balaguer, quien por delegación de Trujillo ocupaba entonces la presidencia de la república, desde el mes de agosto de 1960, mediante la cual se solicitaba formalmente a los obispos dominicanos el otorgamiento al tirano del anhelado título de “Benefactor de la Iglesia”. La referida carta la firmaban, además,  los 13 secretarios de Estado del régimen que entonces conformaban el gabinete de gobierno.

 En la misma, se hacía referencia al memorándum que los obispos dominicanos entregaron a Trujillo durante la recepción que este le ofreciera en palacio el día 10 del mismo mes, con el cual se procuraba limar asperezas tras el desencuentro iniciado un año antes, tras la publicación de la Carta Pastoral en protesta ante la violación de los derechos humanos en el país, especialmente de los jóvenes militantes del movimiento clandestino 14 de junio.

A partir de entonces comenzó en la prensa del régimen  la  publicación de las opiniones de los sacerdotes consultados, las cuales el régimen hacía publicar todos los días como forma de avivar la campaña a favor de la concesión del anhelado título. Una opinión de peso, que el régimen recabó con presteza y promovió por muchos días, fue la ofrecida por el destacado sacerdote e intelectual Padre Oscar Robles Toledano. Aunque la misma parece mostrarse favorable a la concesión del referido título, fue redactada con tanta prudencia y perspicacia, que deja en manos de los obispos la decisión final. A continuación el texto de la misma.

Ciudad Trujillo, Distrito Nacional

1 de febrero de 1961 

Señor

Dr. Joaquín Balaguer

Honorable Presidente de la República.

CIUDAD.

La carta dirigida por Ud. y por el Gabinete del Gobierno a los Excelentísimos Señores Obispos encareciéndoles dar apoyo a la iniciativa de conferir al Generalísimo el título de “BENEFACTOR DE LA IGLESIA CATÓLICA EN LA REPÚBLICA” respira tan limpia sinceridad, descansa en tan ponderables motivos, está labrada en tan gallarda e iluminada prosa y se cimenta en tan hermosos conceptos, bañados en lozanísima espontaneidad que nadie sensible a los halagos de la lógica puede no adherirse a ella.

Trujillo, con su desbordante personalidad ha colmado más de un cuarto de siglo de la historia nacional. Las huellas de sus cesáreas gestiones están hondamente grabadas en cada rincón del País. Nada ha podido sustraerse a su avasallador influjo transformador. Las ideas, los hombres, las instituciones, hasta la propia fisonomía geográfica de la República han mudado de semblante.

La Iglesia no ha sido una excepción. También ella ha sentido la mágica sacudida de este insólito y desconcertante varón. Lo atestigua, con veraz testimonio, el reconocimiento de su personalidad jurídica; los templos, colegios y seminarios que, derramados por todo el ámbito nacional, ostentan el sello de una edad nueva en los capítulos de su vieja y muy trabajada historia.

A la Jerarquía Católica, integrada por varones dotados de alto y profundo consejo, formada por hombres hechos a captar en lo fugaz lo permanente, en lo huidizo lo eterno y perdurable, en lo deleznable y perecedero los bienes inacabables en las almas inmortales, no se le escapará la serena ponderación de estos motivos. No es mi designio anticipar ni prevenir su dictamen. Es lógico que no me compete.

Los venerables Obispos- quos Spiritus Sanctus posuit  regere Ecclesiam Dei- han de expresar a la luz de sus conciencias y de la posteridad justiciera su iluminada y ecuánime decisión. Su voz será la mía. A mi juicio.

En las actuales patéticas congojas por las que atraviesa la estirpe humana nada más puesto en razón y nada más deseable que abogar por una fértil y asidua colaboración entre la Iglesia y el Estado.

El unánime y noble empeño de ambos poderes, redundará, invariablemente, en beneficio y tranquilidad íntima para la colectividad a cuyo servicio, por querer Divino y cada uno en su esfera, están destinadas por esencia, la Sociedad Civil y la Sociedad Religiosa.

Al reiterarle, Señor Presidente, mi compenetración con el parecer de su carta, quiero aprovechar esta oportunidad para significarle mis sentimientos de alta consideración y estima.

Atentamente,

Pbro. Dr. Oscar Robles Toledano. 

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