REFLEXIONANDO CON GIOVANNI PAPINI SOBRE EL NACIMIENTO DE JESUS

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Por: Reynaldo R. Espinal

rr.espinal@ce.pucmm.edu.do

Siempre es bueno y grato volver a los grandes escritores. Esos que han marcado nuestra vida personal e intelectual por la hondura de su pensamiento y la actualidad siempre nueva de sus reflexiones.

Giovanni Papini, el gran escritor italiano, es uno de esos grandes autores clásicos. Esos que un querido profesor definiera como aquellos que “hablando para su tiempo, hablaron para todos los tiempos”.

No puedo precisar ahora la fecha exacta en que Papini escribió su hermoso artículo titulado “El Establo” o si forma parte de algunas de sus obras emblemáticas. Revisando papeles viejos, lo he encontrado en el periódico La Nación, de un 24 de diciembre de 1946, y lo reproduzco ahora en sus párrafos esenciales para los lectores de Camino, como apoyo a las meditaciones navideñas de los lectores de Camino.

“Jesús nació en un establo. Un establo, un verdadero establo, no es el alegre pórtico ligero que los pintores cristianos han edificado al Hijo de David, como avergonzados de que su Dios naciese en la miseria y en la suciedad, y no es tampoco el pesebre de yeso, que la fantasía confitera de los figuristas han imaginado en los tiempos modernos: el pesebre pulido y delicado, gracioso de color, con la artesa linda y delicada ; el burro extático y el compungido buey, y los ángeles sobre el pecho con el festón ondulante y los muñequitos de los reyes y los pastores con capuchas, de rodillas a los lados de la escena.

Este puede ser el sueño de los novicios, el lujo de los curas, el juguete de los niños, la “posada vaticinada” de Alejandro Manzoni; pero no es en verdad el establo donde nación Jesús.

Un establo, un establo verdadero, es la casa de las bestias, la prisión de las bestias que trabajan para el hombre. El antiguo, el pobre establo de los países antiguos, de los países pobres, del país de Jesús, no es el alojamiento con pilastras y capiteles, ni la cuadra higiénica de los ricos de ahora, ni es la choza bonita de los altares de Navidad.

El establo es sólo cuatro muros toscos, un empedrado sucio, un techo de viguetas y láminas. El verdadero establo es oscuro, sucio, mal oliente; lo único limpio en el, es la arteza donde el amo mezcla heno y trigo.

 Este es el verdadero establo donde nació Jesús…el hijo del hombre, que debía ser devorado por las bestias que se llamaban hombres, tuvo, como primera cuna, la artesa donde los brutos rumian las flores milagrosas de la primavera.

Sobre la tierra, chiquero precario…apareció una noche Jesús, sin más arma que la inocencia, nacido del vientre de una mujer sin mancha”.

Que esta hermosa lectura de Papini nos eleve en estos días propicios a comprender el mensaje eterno que se esconde tras el humilde nacimiento de Jesús. Y que ello nos ayude a meditar en el verdadero sentido de lo que somos y lo que hacemos; a no confundir lo principal con lo accesorio; a redefinir prioridades, propósitos y metas y a descubrir cuantas asechanzas nos circundan conspirando contra nuestra verdadera autenticidad.

Que podamos volver a la verdad de nuestro ser. A dimensionar la trascendencia del destino a que hemos sido llamados. Pidamos la gracia de comprender que en el niño Dios nacido en un establo, entre animales y harapos, cambió para siempre nuestro destino y desde entonces, solo en el nuestra vida tiene sentido y tienen cabal sentido nuestra historia.

¡FELIZ NAVIDAD PARA TODOS!!

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