Vicisitudes de la Iglesia dominicana durante y después de la anexión a España.(1861-1867)

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Parte 1

Difíciles momentos para el Go­bierno Eclesiástico en Santo Domingo los trans­curridos entre la anexión a España, el 18 de marzo de 1861, el abandono del país por las tropas españolas y los años inmediatos a la restauración de nuestra so­beranía, a partir del año  1865. Período de incontables vici­situdes políticas, que no dejaron de tradu­cirse en agudos conflictos en lo que respecta a la re­lación Iglesia-Estado.

Todo había comenzado a complicarse, sin embargo, antes de la anexión. El 7 de abril de 1858 fa­llece el Arzobispo de Santo Do­mingo Monseñor Tomás Portes e Infante y antes que él, su Coadju­tor, con derecho a sucesión, Mon­señor Elías Rodríguez.

Monseñor Portes, al mo­rir Mon­señor Rodríguez, delega las facultades del gobierno eclesiástico en el Padre Gaspar Hernández, pero este tiene que salir del país hacia Curazao al asumir Pedro Santana un nue­vo mandato en junio de 1858.

Surge entonces un nuevo y delicado problema en relación con el gobierno de nuestra Iglesia. El mismo queda en manos del Vicario Apostólico de la Isla de Curazao, Monseñor Martín Niewint, lo cual no fue aceptado por las autorida­des políticas del momento, conflicto que terminó resolviéndose, de for­ma provisional, al ser designado el Padre Meriño, apenas un joven sacerdote de 26 años, como Gober­nador Ecle­siástico.

No obstante, su designa­ción du­raría poco tiempo, pues enfrentado con San­tana por su acción antipatriótica de anexar la República a España, Meriño es expulsado del país a principios de 1862.

El 5 de agosto de 1862, un año y meses después de la anexion, tomó posesión como Arzobispo de Santo Domingo el Excmo. Monseñor Bienvenido Monzón y Martín Puente, quien permaneció formalmente en el cargo hasta el 29 de agosto de 1865.

Monzón tuvo serios enfrenta­mientos con las propias autorida­des españolas que lideraron la re­ocupa­ción de Santo Domingo, siendo acusado de intole­rante y de imponer medidas y sanciones que, a su criterio, habían propiciado el descontento de muchos domini­canos, entre ellos quie­nes vivían en unión libre y los que profesaban su ads­cripción a la masonería. Mon­zón negaría ante las cortes estas acusaciones con sólidos argumentos.

El Arzobispo Monzón, al ausentarse, había dejado el gobierno eclesiástico en régimen de interi­nidad bajo la autoridad del Pres­bítero Benito Díaz Páez, pero al entrar las tropas restaura­doras a Santo Domingo, el General Pedro Antonio Pi­mentel, quiso hacer presión, tal como lo consigna Don Manuel de Jesús Tron­coso de la Concha, para  que en vez del Padre Díaz Páez, la designación reca­yera sobre el Padre Calixto María Pina, propósito que fue rechazado por el Arzo­bispo Monzón.

Anteriomente, en mayo de 1865, Pimentel, desde el ejercicio del Gobierno Pro­visional en San­tiago, y pre­valecido del supuesto derecho de Patronato, expidió un decreto median­te el cual nombraba al Padre Pina, sacerdote de reconocidas dotes y arraigo y que había militado en la fila de los restaurado­res, una designa­ción como Vica­rio General y Gobernador Eclesiástico. A la misma, conforme se indicaba en el referido de­creto, se le daría efectivo cumplimiento en cuanto concluyeran las negociaciones de paz que al mo­mento se llevaban a cabo con España.

Al asumir la Presidencia Buenaventura Báez, en di­ciembre de 1865, tomó la determinación de dar cum­plimiento a lo que anteriormente había decidido Pi­mentel, que ahora se de­sempeñaba como Ministro de Interior y Policía, des­conociendo de este modo la deci­sión del Arzobispo Monzón.

Ante esta nueva deci­sión, la autoridad eclesiástica dominicana quedó en estado irregular y pen­dien­te de decisión definitiva por parte de la Santa Sede.

Derrocado Báez, asume la Pre­sidencia el General José María Cabral. Designa al entonces Padre Fernando Arturo de Meriño en mi­sión especial ante el Papa Pío IX, con el propósito de explicarles las razones que habían llevado al go­bierno dominicano a no acatar la designación de Bouggenon como autoridad eclesiás­tica.

Continuará.

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