Le enseña sabiduría a la gente

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La sabiduría del ángel tiene un efecto sobre la persona que él cuida, además, lo hace sabio. Al actuar sobre el hombre el ángel lo atrae hacia sí mismo, lo acerca a su sabiduría y perfección. Sin embargo, también se puede hablar de un cierto paso donde un ángel se convierte en hombre y un hombre se convierte en ángel, uno se refleja en el otro, se ilumina con lo mejor y lo más hermoso del otro.

De hecho, el ángel comienza a manifestarse en el hombre, haciéndolo cada vez más angelical. Cuanto más invita un hombre a un ángel a su vida, más abierto está a sus acciones, más estrechamente coopera con él, más se parece a él. Casi se identifica con él.

Como resultado, su cono­cimiento se vuelve más in­tenso, más fácil para él liberarse de las adicciones de su cuerpo y sentidos, mientras se deja al mismo tiempo atrapar en la esfera del espíritu para ver todo lo demás, a través del prisma de la eternidad. Las cosas en las que está involucrado el curso, las personas que conoce y con las que coopera, deja de verlas solo desde una perspectiva terrenal y material. A me­dida que su mirada se ha vuelto más espiritual, puede verse y evaluarse a sí mismo y a todo lo que le rodea desde la perspectiva de Dios.

Muchos creen que esta es la gracia experimentada por san Pablo Apóstol, lo que compartió con los destinatarios de la Carta a los Corin­tios (2 Cor 12, 2). Muchos también creen, que la cercanía de un ángel influye en mi calidad hu­mana. De ello se deduce que cuanto más cerca estoy de mi ángel, más estrechamente coopero con su inspiración y humano soy. Vivo mi humanidad más plenamente, estoy más en armonía conmigo mismo, es decir, de alguna manera más completo, debido a que doy más sentido a lo espiritual.

A su vez, renunciando a la cooperación con el mundo de los espíritus angelicales, permito que las metas de mi vida sean determinadas por mi cuerpo, sus deseos y necesidades. Como resultado, pongo una carga sobre mi cuerpo, permito que mis de­seos carnales tengan prioridad sobre los espirituales y dejo de buscar a Dios, olvidando el cumplimiento de su voluntad para satisfacer solo mis necesidades egoístas. Por eso, es necesario abrirse a la ayuda de san Miguel, para lograr el ascenso a los valores bue­nos y nobles. El líder del ejército celestial no solo viene con sabiduría y la ayuda necesaria en el mo­mento, sino que también lu­cha contra Satanás, quien distrae al hombre de actuar bien. El 15 de noviembre de 1972, durante la audiencia general, Papa Pablo VI ha­bló sobre la acción des­truc­tiva del espíritu maligno. Hay un mal efectivo ante no­sotros, mal existente, el mal que es la persona, el mal que ya no podemos calificar como degradación del bien. Nos asusta y debemos te­merlo. Quien no reconoce la existencia de esta aterradora realidad va más allá de los límites de la enseñanza bí­blica y eclesiástica.

Ante esta realidad, el Ar­cángel Miguel sabe cómo ayudar sabia y eficazmente al hombre a distanciarse de las tentaciones, a luchar contra los impulsos del espíritu maligno, a resistir las propo­siciones de la hu­milde felicidad. Pero no solo aconseja y ayuda, san Miguel Arcángel, cuando surge tal necesidad, defien­de al hombre, lucha contra el mal y lo derrota.

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