Pienso, pues soy como un ángel

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El tema: Pienso, pues soy un ángel, se refiere a nues­tros deseos, que son nada más que un sueño de ser algo más que un hombre y poder tener posibilidades sobrehumanas. Y es algo natural, pues el hombre en sí, tiene un sueño de ser perfecto y feliz. Pero este sueño puede llevarlo a la derrota, por su egoísmo, que lo convence de que con la propia fuerza, fuerza de su mente, sobre­pasará los límites.

El conocimiento angelical es más perfecto, por el hecho de su naturaleza espi­ritual. Pues la eficacia de sus tareas – incluso entre los hu­manos – depende de nuestro conocimiento. Y por eso, ad­miramos las mentes de los profesores, sabios y científicos.  Y en nuestros discursos  los citamos, los referimos en apo­yo de nuestro razona­miento.

El filósofo Cartesiano creía que la mente humana puede entrar en la naturaleza de las cosas de la misma ma­nera que un perfecto ángel.

 

Santo Tomás de Aquino se dedicó a este cuestionante y dice que los ángeles tienen un intelecto como fuerza cognitiva, y no se puede comparar con la mente hu­mana. El intelecto del ser hu­mano está unido con la materia y por tal razón necesita dos fuerzas cognitivas: inte­lecto activo e intelecto mental. Este intelecto mental es similar a  una memoria y allí se en­cuentran todos los conte­nidos cognitivos que por su naturaleza no tienen materia y son una especie del “inte­lectual ojo humano”.

Y por sí mismos no tie­nen capacidad de ver. Por igual que una persona, que llegó a la expo­sición de pinturas, pe­ro no había luz. Sin la luz, no las puedo ver y admirar. En esfera inte­lectual esta luz es el cono­cimiento activo (Inte­llectus agens). Este ilumina los datos de mente por igual que una computadora. Si la encendemos, y movemos a que busque lo que necesitamos y esté allí. Es importante que el dato esté allí, en la mente. No es así en caso de los ángeles.

¿Cuáles son las consecuencias de esta realidad?

 

El hombre necesita el tiempo y esfuerzo para poder llegar a la verdad, mientras que los ángeles no se esfuer­zan por buscar la verdad.

Y como dice santo To­más, no poseen el intelecto, porque Su intelecto no ra­zo­na. El ángel de una vez, sencillamente ve toda la verdad. Es porque no tienen la materia que limita el conocimiento. Incluso, en cuanto al ser humano, pue­de suceder que no piense, aunque tiene esta posibilidad. Mientras el án­gel no puede dejar de pensar y usar su intelecto, porque es una creatura intelectual y eso no se puede apartar, así co­mo no se puede apartar al hombre de la vida.

Con la posibilidad de apartarnos de la vida seria­mos máquinas o muertos.  Y lo mismo pasa con cada án­gel. No podría ser llamado ángel, si no usara su intelecto.

Y volviendo al pensa­miento Cartesiano “Cogito ergo sum- pienso pues es­toy”, nuestra reflexión permite ver claramente el pro­blema que fluye de esta ex­presión. Hemos dicho, que no se puede apartar a un ángel del pensamiento, por lo tanto, no podemos decir que este poco pensativo ser espiritual-humano es un án­gel, si no piensa. Aunque co­mo una ironía podríamos de­cir que la filosofía cartesiana sería verdadera, si el hombre fuera un ángel.

Después de esta explica­ción, todo se aclara. Y cuando leemos la carta de san Pe­dro: Sean sobrios y estén vi­gilantes, porque su enemigo, el diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resístanle firmes en la fe, sabiendo que nuestros hermanos en este mundo se enfrentan con sufrimientos semejantes (1P 5, 8-9). El demonio es un espíritu, por lo cual no deja de pensar y por eso cualquier intento, por su propia cuenta, de ganarle, termina con una derrota.

La razón de esta refle­xión es po­der ver la utilidad de la compañía de los ángeles, que se nutren de Dios, son enviados de Dios, nos guían a Dios y sin parar nos acompañan dándonos buenas aspiracio­nes.

Con su poder todo es po­sible. ¿Comenzaste el día con una meditación y le pediste ayuda a tu ángel de la guarda?—-

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