Eldia: Catequista y misionera

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Eldia nació en Licey al Medio y cum­plirá 100 años. Fueron sus padres Honorina Guzmán y Ramón Antonio Taveras. Tuvo nueve hermanos y hermanas: Lidia, Luis, Juan, Justa, Ramón, Rafaela, Argentina, Francia y Vicente, que fue el menor.

Eldia aprecia mucho a los 22 sobrinos: Miguel, Nono, Mercedita, Ricardo, Gertrudis, Juan, Francisco, Teresita, José Juan, Henry, Iris, Carlitos, Alexandra, José, Fanny, Johanny, Vicente, Annelin, Verónica, José Luis, Carlos y Elizabeth, Los ahijados son incontables.

Eldia fue bautizada en la iglesia Nuestra Señora de la Altagracia, de Santiago, el 4 de enero de 1922, por el Padre Manuel de Jesús Gonzales, decano del Clero Nacional de su tiempo, músico y autor de la música del Himno a las madres (“Venid los moradores”). Los padrinos de bautismo de Eldia fueron Enrique Fernández y María Ramona de Fernández.

Recibió el sacramento de la confirmación e hizo su primera comunión a los siete años, en la vecina parroquia de San Rafael, Tamboril.

Siendo una adolescente y con el tercer curso de primaria, deseosa de estudiar, se trasladó a la ciudad de Santiago, a la casa de unos amigos de sus padres. Las mañanas las consagraba a atender a las niñas de la casa donde se hospedaba y las tardes al estudio en una escuela técnica que había en Santiago, donde las muchachas aprendían muchas co­sas: coser, bordar, pintar, cocinar, teatro, enfermería, etc.

Viviendo al pie del Monumento, donde empieza la que hoy llamamos calle Restaura­ción, le quedaba cerca la iglesia de la Altagra­cia, donde recientemente acababan de llegar tres Misioneros del Sagrado Corazón canadienses, los padres Cipriano Fortín, René Bouchard y el Hermano Alberto Plourde.

Este nuevo equipo misionero de la parroquia de la Altagracia, que reemplazaba al padre Manuel de Jesús Gonzales, había empezado su plan de trabajo pastoral, poniendo el acento en cinco puntos:

La atención a los campos, empezando por Licey al Medio, donde el padre Fortín celebró la primera misa en un almacén de tabaco.

La catequesis, sobre todo la formación de los catequistas. La familia, motivada a través de los grupos de la “Hermandad” del Corazón de Jesús y visitada mensualmente por medio de una hojita que el padre René llamó “Amigo del Ho­gar”.

La promoción de la escasa participación de los hombres en la Iglesia, con la fundación de los “Caballeros de la Altagracia”. El realce de la celebración litúrgica, con la formación de un coro y la participación de los adolescentes como “monaguillos”.

¡Cuántos adolescentes de los del barrio los Pepines se estrenaron en la Fe como monaguillos, que acompañaba y formaba el Hermano Alberto!

Eldia, con apenas 18 años, fue una de las que se animó a formarse como catequista, participando en las reuniones de formación que tenían en la parroquia.

Un buen día, el Padre Fortín, que volvía de una visita a los enfermos del hospital de Santiago, trajo a los aspirantes a catequistas un pedido, una súplica, que le hizo un señor que vivía en El Cerrazo desde el año 1926, cerca del Pico Duarte y se llamaba Ramón Emilio Almonte (Milo).

En la reunión de aspirantes a catequistas el Padre Fortín transmitió la petición que le había hecho don Milo: de una joven que quisiera irse a esa tierra tan lejana, donde no había nada de nada, a alfabetizar, educar y catequizar a los niños y niñas que no tenían a nadie que les enseñara algo. Allí no había ni escuela, ni iglesia, ni nada parecido.

El pedido que hacía don Milo impactó en el grupo de catequistas y la pregunta del Padre Fortín de quién se ofrecía para ir al Cerrazo, quedó sin respuesta durante un largo rato, hasta que finalmente se levantó, muy tímidamente, la más joven del grupo, Eldia, con sus 20 años. Levantó la mano porque nadie la levantaba.

Es así como finalmente Eldia empieza a dar los primeros pasos para realizar ese desafío misionero: hablar con la familia, hacer los preparativos de lugar, hasta que un día, el Padre René y el Padre Fortín la fueron a buscar a Licey y la acompañaron y condujeron lo más lejos que pudieron. En un campo de San José de las Matas que se llama Pedregal, los estaba esperando don Milo para llevar a Eldia a su desconocido campo de misión, que quedaba a cuatro o cinco días de camino a caballo o “en el burrito de San Fernando: un rato a pie y el otro andando”, cruzando el Río Jagua y subiendo lomas.

Al cuarto día de viaje, el 28 de febrero de 1941, Eldia llegó al Cerrazo, con don Milo, cuando caía la tarde. Salió a recibirla doña Genoveva (Veva) rodeada de sus primeros seis hijos, que con voz dulce y cariñosa le dijo: “Eldia, entra en tu casa, yo seré tu compañera junto a mis hijos, que serán tus alumnos: María, Antonia, Germán, Mercedes, Minerva y Milito. Tú estás muy lejos de tu familia, pero estás cerca de Dios”. Eldia no ha olvidado nunca estas palabras de doña Veva.

En el pequeño y lejano caserío del Cerrazo vivía la familia Almonte desde el año 1926. Don milo y doña Veva habían contraído matrimonio el 30 de agosto de 1930. Había unas nueve casas más, con gente que llegaron a esas tierras como colonizadores, para empezar a cultivarlas y vivir trabajosamente de ellas.

Como no había nada, al llegar Eldia empezaron por organizar un aula para alfabetizar, en un local que tenía don Milo para almacenar el café, donde la señorita Eldia enseñaría todo lo que había aprendido en la escuela técnica de Santiago y serviría de enfermera, par­tera, consejera… y terminó teniendo tres tandas: una de 8 a 11 de la mañana, otra de 2 a 4 de la tarde y la tercera de 7 a 9 de la noche para los adultos del caserío.

La familia Almonte con­tinuó creciendo y durante la estadía de Eldia se fueron añadiendo: Virgilio, que nació el 7 de septiembre de 1941; Luisa, el 6 de noviembre de 1942; René, el 8 de agosto del 1944; Mila­gros, el 21 de enero de 1946; Teresa el 1 de julio del 1947; Bernarda, el 27 de enero de 1949; José Bernardo, el 22 de julio del 1950; Bernardita, el 11 de junio del 1952 y Miguel el 15 de noviembre de 1956. Al día de hoy han fallecido cinco: Bernarda, Virgilio, Milito, Germán y Antonia.

En 1963, Eldia bajó de la Sierra para acompañar a su madre que había enviudado. Fundó en su vecindario de Licey Arriba, la Asociación de la “Buena Madre”, el 21 de mayo de 1970 con el apoyo de un grupo de vecinas y vecinos y sus hijos espirituales desde los Estados Unidos. Eldia siguió siendo cate­quista, enfermera, consejera…, llevando el pan, la medicina, la ropa, la cama, las sillas de ruedas, etc. a quien lo necesitara, hasta el día de hoy.

 

El bautismo en la familia Almonte

 

Una manera de valorizar la larga obra de catequesisde Eldia Taveras Guzmán en El Cerrazo, y en Licey, al Medio, es destacar y celebrar el bautismo en la familia Almonte.

Es importante recordar que fuimos rociados con agua, para que en nuestras vidas nunca haya sequía, sino que en todo momento podamos sacar agua de la fuente del Espíritu que llevamos dentro. El bautismo nos recuerda que en nosotros hay un brillo divino, que sobrevivimos en el secreto del Dios Trinitario, que hemos sido llenados con su amor y rodeados de su protección.

Recordando los ritos del bautismo, podemos reconocer en ellos quiénes somos en lo profundo de nuestra alma.

En la familia Almonte-Pérez, recuerdan con sano orgullo y agradecimiento la catequesis de Eldia, que de­sembocaba en los sacramentos de la Confesión, Comunión, Confirmación y Matrimonio.

No habiendo capilla, los padres Cipriano Fortín y Rene Bouchard fueron los primeros sacerdotes que celebraron la Eucaristía en la casa de don Emilio Almonte y doña Genoveva, en el año 1941.

En el Cerrazo se levantó y se bendijo la capilla en el año 1951, que dedicaron a Santa Teresita, la joven patrona de las misiones, devoción que le había inculcado a Eldia el Padre René Bouchard.

Al Cerrazo subió por primera vez un obispo, en el año 1948, Monseñor Beras, Arzobispo coadjutor que Santo Domingo, y celebró el sacramento de la Confirmación.

La capilla, que todavía sobrevive, se convirtió en un centro de catequesis, de retiros, de celebraciones, de veladas y de teatro religioso.

El primero de julio de 1957 la comunidad de El Cerrazo recibió y dio la bienvenida al primer obispo de Santiago, Monseñor Polanco, que llegó acompañado del seminarista Agripino Núñez Collado, Sucesivamente hizo la visita al Cerrazo Monseñor Roque Adames, el 7 de septiembre de 1968, y el 5 de febrero del 1971, en visita pastoral. El 6 de diciembre de 1970 recibió la misión de presidente de asamblea en El Cerrazo, el señor Germán, el tercero de los hijos de la familia Almonte.

 

Que Dios te guarde y te bendiga. Que El haga brillar su rostro sobre ti

para que tu semblante resplandezca en este mundo y parte del brillo que has recibido en el bautismo pueda difundirse a través de ti.

( A. Grün.)

 

 

He aquí la lista de los quince hijos de doña Veva y don Milo, con la fecha tan importante de su bautismo y los sacerdotes que los bautizaron, los seis primeros fueron bautizados en Jánico o en San José de las Matas:

María fue bautizada el 10 de diciembre de 1931, por el P. Pedro Pablo Báez (Padre Pin).

Antonia fue bautizada el 29 de agosto de 1933, por el P. Juan Ramón Ramírez.

-Germán fue bautizado el 15 de enero de 1935, por el P. Juan Ramón Ramírez.

-Mercedes fue bautizada el 21 de octubre de 1936, por el P. José Andrickson.

-Minerva fue bautizada el 25 de enero de 1938, por el P. José Andrickson.

-Milito fue bautizado el 28 de enero de 1940, por el P. José Andrickson.

-Virgilio fue bautizado el 15 de septiembre de 1941, por el P. Cipriano Fortín, m.s.c.

-Luisa fue bautizada el 20 de febrero del 1943, por el P. Juan R. Ramírez.

-René fue bautizado el 25 de octubre del 1944, por el P. Victorino Hamelin, m.s. c.

-Milagros fue bautizada el 21 de febrero del 1946, por el P. Victorino Hamelin, m.s.c.

-Teresa fue bautizada en el 15 de octubre de 1947, por el P. Victorino Hamelin, m.s.c.

-Luz Bernarda fue bautizada el 25 de enero de 1949, por el P. Victorino Hamelin, m.s.c.

-José Bernardo fue bautizado el 31 de julio de 1950, por el P. Carlos Guillot, m.s.c.

-Luz Bernardita fue bautizada el 27 de junio de 1952, por el P. Carlos Guillot, m.s.c.

-Miguel fue bautizado el 28 de diciembre de 1956, por el P. Rolando Brault, m.s.c.

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