Importancia de la Palabra para el hombre de hoy

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Somos lo que somos por la palabra. Hay un primer nivel antropológico a través de la comunicación que se da en la familia con la palabra no hablada que son los gestos, y en la sociedad, la palabra expresa su mayor fuerza a nivel de los pobres, ya que es el único privilegio que tienen para poder exigir sus reivindicaciones.

En la Biblia la primera creación se rea­liza por la Palabra en aquel “hágase” de Dios, porque la palabra es creadora, Dios crea por la palabra. Ella manifiesta su fuerza en el clamor de Israel oprimido en Egipto (Ex 3,7), la Alianza se convierte en palabra escrita de Dios. En el Deuteronomio, resuena en el “Shema Israel” (escucha Israel), el valor de la escucha de la Palabra, y los Profetas, serán los hombres de la Palabra, portavoces de Dios.

Más adelante, “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14). Jesús es la pa­labra del Padre. La Palabra de Dios fecunda las entrañas de la Virgen en la anunciación del Ángel a María, el “hágase” de María es sinó­nimo del “hágase” primero de la creación. La Palabra hace las cosas nuevas.

Hay una parábola y una comparación sobre la palabra de Dios dignas de ser tomadas en cuenta: La parábola, es la conocida parábola del sembrador (Mt 13,36-9; Mac 4,3-9 y Lc 8, 5-8), es de las pocas parábolas que explica Jesús (Mt 7,24-27;Mc 4,13-20 y Lc 8,11-15). La comparación: la casa sobre arena y la casa sobre piedra (Mt 7,24-27 y Lc 6,47-49).

Jesús nos enseña que con la Palabra de Dios podemos vencer las tentaciones (Mt 4,1-11 y Lc 4,1- 13). Él usa frases del libro del Deuteronomio (8,3; 6,16 y 6, 13), pero no debemos olvidar que en el texto el Demonio conoce la Biblia ya que él cita el Salmo 91. Jesús dice que la gran dicha del hombre es escuchar la Palabra de Dios y guardarla, ­ponerla en práctica (Lc 11,28).

San Pablo es el hombre de la palabra, para él la confesión de la fe se hace en base a la ­palabra (Rm 10,8-9), la fe surge de la escucha de la Palabra (Rm 10,17) y la Palabra de Cristo proviene de la cruz (1Cor 1,18). El es el hombre de la palabra escrita, de ahí sus cartas. Nada de malas palabras, nos recuerda (Ef 4,29), lo que es la espada para el soldado, así es la palabra para el creyente (Ef 6.17). Pablo se siente ministro de la palabra de Dios (Col 1,25), pues el ejemplo del creyente comienza por su Palabra (1Tim 4,12), y la Palabra de Dios es libre (2Tim 2,9), y el creyente vive la pulcritud de la palabra (Tito 2,5).

En Hebreos 4,12-13 se nos dicen los adjetivos de la Palabra: que ella es viva, eficaz, penetrante, cortante y deslumbrante.

La Palabra es vida, es decir, se escucha, se medita y se hace vida. Vale preguntarse: ¿Cómo podemos vivir la Palabra sino la escuchamos, y peor aún, si no la meditamos? Cómo poder escucharla en un mundo de prisas; hay que detenerse: Ver la creación que es Palabra de Dios, leer la Biblia. Hay muchos medios para leer, y no los aprovechamos.

Cómo meditar, pues se sigue en la prisa, hay que hacer altos en nuestras vidas, no solo leer, ahondar, profundizar, indagar, relacionar, traer y llevar el texto. Exprimirlo como ­naranja, poner la vida en relación a la Biblia y ­orarlo. Cómo hacerlo vida: San Agustín decía, que el segundo libro que nos habla de Dios, que es la Biblia, nos debía ayudar a entender el primer libro a través del cual Dios nos habla que es la vida. Dios sigue hablando hoy, enviando su Palabra. Hay que descubrirla, econtrarla, pues como dice el gran biblista brasileño Carlos Mester: ´´La Biblia se lee caminando´´.

Reflexión del padre William Arias en el XXVII Encuentro Pan y Vino de la Arquidiócesis de Santiago. La actividad fue celebrada el pasado 27 de septiembre, 2019, en el Multiuso de la PUCMM.

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