Ser sacerdote implica seguir los pasos de Jesús

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Muy Rev. padre Julio César Taveras, Delegado del Superior General

y párroco anfitrión;

Queridos miembros de la familia de los Mi­sioneros de los Sagrados Corazones. Querido Diác. Miguel Ángel Hierro, que hoy recibirás el don del sa­cerdocio para siempre. Padres, parientes y amigos que acompañan a Miguel Ángel en este momento memorable de su vida.

El Profeta Isaías (1ra. lectura) responde a la pregunta, ¿Para qué llama y unge el Señor con su Espíritu? Para anunciar la Buena Noticia a los pobres; para vendar los corazones heridos, para pro­clamar la liberación a los cautivos y a los prisio­ne­ros la libertad; para pregonar el año de gracia del Señor; para consolar a los que están en duelo; para cambiar su ceniza por una corona, su traje de luto en vestido de fiesta, su abatimiento en cánticos.

Miguel Ángel, tú serás “Sacerdote del Señor”, para hacer con el Señor una alianza perpetua; el Señor se ha fiado de ti y te confía esta desafiante misión… No temas, el Señor es tu pastor, pase lo que pase… aunque los caminos se tornen oscu­ros y difíciles, nada temas, el Señor te guiará por el sendero justo y reparará tus fuerzas (Salmo).

El apóstol San Juan, tanto en la segunda lectura como en el Evangelio, invita a todo se­guidor de Cristo, pero de manera muy especial al sa­cerdote, por su propia na­turaleza, a edificar su vida y su ministerio en el amor de Dios, que genera una rela­ción de profunda amistad: “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. No les llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes les llamo amigos”. El sacerdote es un amigo del Señor, elegido para dar frutos consistentes y duraderos. QUERIDO Miguel Ángel, ESTE VÍNCULO DE AMISTAD CON CRISTO ES LO ÚNICO QUE GA­RANTIZA TU FIDELIDAD Y PERSEVERANCIA Y QUE TU VIDA SACERDOTAL SEA PLENAMENTE FELIZ Y FECUNDA y no mediocre, estéril, o una más del montón.

¿Qué implica ser sacerdote? En tu caso, implica identificarte con la voca­ción, el carisma y la misión de los Misioneroas de los Sagrados Corazones: ¿Has sido llamado a vivir la voca­ción, carisma y espiritualidad de los Misioneros de los Sagrados Corazones? Pues identifícate con ellos, vincú­late a esta familia religiosa hasta que Dios lo disponga, sin andar por ahí postrándote ante otros amores.

Ser sacerdote implica seguir los pasos de Jesús, Buen Pastor, permitiendo que tu modo de ser, vivir y relacionarte, estén motivados por el modo de ser de Jesús: cercano a la gente, humano, solidario y sensible ante las miserias humanas, misericordioso, humilde, compasivo y al mismo tiempo valiente y enérgico. Implica apacentar con amor y ternura las ovejas, buscar sinceramente de la voluntad de Dios sin terquedades; ser disponible y dócil para servir donde sea necesario, sin acepción de personas y lugares.

Implica además gratui­dad y generosidad, como “distintivos” de tu modo de hacer las cosas, de trabajar y relacionarte, sin pedir, de­sear o reclamar nada a cambio, porque, como dice el Papa, “los honores y el dine­ro no abren la puerta del cielo”, o como San pablo sintió que le dijo el Señor: “mi gracia te basta” (2Cor 12,9). Implica libertad para soltarte de tus seguridades: “afectos desordenados”, personas o lugares que te pue­dan atrapar, con los que te sientes seguro, querido o gratificado. El Papa dijo a la Conferencia italiana que el sacerdote no es un buró­crata, por eso, debe estar siempre disponible.

En consecuencia, ten presente los siguientes elementos que un sacerdote debe tener muy presente:

– Cultivar y mantener un profundo vínculo personal, no intelectual, con Jesu­cristo. Amarlo y conocerlo.

– Encontrar y conocer a Jesús a través de la oración, contemplación, en los sacramentos, en el pobre. Esto le otorga una fuerte base espi­ritual que garantiza la fidelidad y la perseverancia en el ministerio.

– Reconocer a Jesús como el centro de su vida, evitando promoverse a sí mismo y la auto referencia, entregándose a la misión de evangelizar, sabiendo que es un servidor del Señor, no el dueño de la empresa.

– Tener una preocupación serena por los trabajos pastorales, teniendo presente que “unos siembran y otros cosechan”. No siempre nos toca a nosotros reco­ger los frutos de lo sembrado.

Lo importante es confiar en el Señor y entregarle los resultados de nuestro trabajo sin mortificaciones. Ocurre que una de las fuentes de estrés, frustraciones y cansancio en muchos sacerdotes es la búsqueda compulsiva de rendimiento apostólico.

– El amor a la Iglesia. Porque el servicio sacerdotal ocurre desde la Iglesia, no desde un invento nuestro. Amar a la Iglesia implica vivir la comunión con ella y servir en ella a Cristo.

Querido Miguel Ángel, hoy el Señor te conduce –tal y como lo hizo con Pedro- hacia donde nunca habías pensado ir. Confía el Él, déjate llevar adonde Él quiera y abandónate en sus manos. Nunca te niegues a ninguna misión que se te pida en nombre Suyo. Dios que te ha elegido, te guíe y te bendiga; que el Espíritu Santo, que hoy te ha ungido sacerdote sea tu compañero de camino… y disfruta a plenitud tu sacerdocio. Amén.

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