50 Años de presencia del Instituto Secular nuestra Señora de la Altagracia en Puerto Rico 1969-2019

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“Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación”  (Mc 6,15)

Motivado por las pala­bras de Jesús, el Instituto que había sido invitado a trabajar a la diócesis de Ponce, Puerto Rico, envía a tres altagracianas a la pri­mera misión fuera de ­tierras dominicanas, ellas fueron: Gladys del Carmen Jacabo Polanco, María Cristina Núñez Peña, y Casilda Noboa Noboa.

Llegaron el 9 de enero de 1969 a la parroquia nuestra Señora de la Mon­serrate, en Salinas, Puerto Rico, quienes fueron reci­bidas por el párroco, el padre Gerardo Seifried.

Las altagracianas en esa parroquia fueron encarga­das de la preparación de las catequistas, de la liturgia, y la preparación para los sacramentos, también de la formación de comunidades a nivel urbano y rural, de la Pastoral Juvenil y de la Pastoral Familiar.

El padre José María Uranga y Uranga S.J., fiel hijo de la Compañía de Jesús, y fundador del Ins­tituto Altagraciano, deseaba su extensión a otros lugares para la mayor gloria de Dios.

El Instituto respondió a los desafíos de la Iglesia y de las necesidades del mundo de aquel momento, bajo a la luz del concilio Vaticano II y los documentos de Me­dellín que guia­ron esta misión.

Pronto surgieron vocaciones como fruto del trabajo de las primeras misio­neras y del Padre Uranga estas vacaciones fueron luego misioneras en otros países: Nicaragua, Estados Unidos y México.

En este día se celebró una Eucaristía presidida por el padre Antonio Car­tagena, delegado por Monseñor Eusebio Ramos Morales, Obispo de la Dió­cesis de Caguas. En esta Eucaristía la joven ­altagra­ciana, puertorrique­ña, Brenda Yarily Abreu, hizo su consagración definitiva al Instituto. Se dio gracias a Dios por el don de la fidelidad en este caminar de 50 años teniendo como modelo a la Santísima Vir­gen de La Altagracia bajo cuya protección está el Ins­tituto Secular Algraciano.

También hubo un magnífico compartir con las comunidades donde han trabajado las altagracianas, con la asistencia de entu­siastas asociadas y coope­radoras al Instituto, amigos y familiares de las Alta­gracianas.

Todo para Ma­yor Glo­ria de Dios.

“El Señor ha estado grande con nosotras y estamos alegres”.

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