Como si la Biblia solo fuera cosa de ley

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El hoy denominado teólogo Lic. Elías Wessin Chávez, cuando fue diputado de la na­ción por su partido en alianza con el Dr. Balaguer, una de sus iniciativas en el Congreso fue la Ley 44-2000 de la Re­pú­bli­ca, que estableció la lectura e instrucción bíblica en las es­cuelas públicas. Algunos veían esto como un contra­sen­tido, ya que la nación se define católica en un concor­dato con la Santa Sede y ade­más, se im­partían clases de religión en las escuelas públicas y priva­das de la nación. Aquello como que se olvidó y en el 2008 se hizo una especie de reforma a dicha Ley, hasta hoy en que la gente “inteli­gente” de nuestro “prestigio­so” Con­greso ha traído el tema a cola­ción y se ha convertido en pie­za de las más “maravillosas” discusiones acerca del tema.

En su momento no se ha­bló de la simple lectura sino de instrucción, y muchos cri­tica­ron dicha parte, ya que para ello había que formar gente en la materia, pues la simple lectura no basta para enseñar algo tan denso a nivel académico como la Biblia, pues una apro­ximación espiri­tual y pastoral al texto no po­dría ser tan complicada, pero una aproxima­ción académica sí lo puede ser. Por eso, entre estudiosos de la Bi­blia se dice que: “aquellos que van fuera del país a estudiar las ciencias teológicas, conocen Europa entera, y los que estudian Bi­blia, las paredes de su habita­ción”, pues el estudio es arduo, ya que hay que entrarle al estudio de los idio­mas antiguos en que están las copias de los originales bíblicos, que es en Hebreo y Grie­go, además de estudiar la historia antigua, los géneros lite­rarios en que está escrita y las diversas  herramientas exegé­ticas y hermenéuticas o métodos de interpretación.

Como se ve, el asunto no resultó, ni resulta fácil, para de un plumazo de nuestros “sa­bios” diputados hacer una ley y aplicarla. Ya vemos por­ qué  dicha ley no ha tenido tanto arraigo hasta este mo­mento en que vuelve a estar en el tapete. Tal vez aquello en principio fue un “efluvio” religioso de nuestro hoy teó­logo y anterior diputado, fruto de su efervescencia religiosa del momento y del apoyo político que el amo del país de entonces le tenía.

Pero el asunto es que el tema vuelve a estar en la pa­lestra pública, y esta vez se le une la cantaleta del famoso Estado laico, la ideología de género, el aborto, la familia y cuantos disparates más. Pero si existe una ley, hay que cum­plirla, pero como. Si no, no tiene sentido que se enmarque en nuestro quehacer jurídico. La misma debe ser derogada, pues no tiene chiste tener y ampliar el espectro para lo que sea un sinsentido y una tontería.

Como tal la ley es un disparate en sí, el derogarla por las razones que se presentan hoy día, es otro disparate mayor, lo que habría que hacer sería un estudio pormenorizado de la misma, aprovechar la oportunidad que ella presenta, lo que se ha hecho y su intención, que me parece no es malo, puede ayudar a la formación de nuestros muchachos, que bien necesitan formación a todos los niveles, sobre todo la humana primero, antes que la espiritual, y dejarnos de inventar cosas sin análisis concienzudos, y perdiendo el tiempo que puede ser aprovechado en problemáticas más urgentes de la nación.

Esta ley debería someterse de nuevo a estudios por expertos en materia bíblica y en educación. Reformarse y actualizarse, y dejarnos de decir tantas sandeces en las redes y en los medios de gente que no sabe que en el valle de Meguido se dará el Armagedón.

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