Aproximación histórica de la Pasión

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La Pasión de Cristo es lo que me­jor tenemos documentado en los evangelios. Los cuatro terminan con este relato y sus coincidencias son palpables. Tal parece que a la hora de relatar este hecho último de Jesús, las fuentes fueron comunes y muy a la mano, y era lógico que así fuera, pues siempre la muerte nos enternece e impacta, y una muerte de esta forma, de la razón de ser del cristianismo, que es la de su funda­dor, no era para menos.

Si hacemos una sinopsis de los cuatro relatos, es decir, una mirada de conjunto, veremos que para un mayor abordaje salen a la luz unos elementos comunes, a través de los cuales podemos analizar mejor el relato y ver la historicidad del he­cho; estos elementos serían: Con­flicto, traición, apresamiento, jui­cio, crucifixión y sepultura.

El conflicto: Todo comienza con la entrada provocadora de Jesús en Jerusalén y sus posteriores actos en el templo, en el que destaca lo reali­zado a los vendedores de animales y cambistas que allí se encontraban para el asunto de los sacrificios. El templo era el sostén de dicho siste­ma socio-judío. Al Jesús tocar de esta forma dicha realidad, se dio a sí mismo una sentencia de muerte.

La traición: Jesús es traicionado por uno de los suyos que colabora con las autoridades judías en este desenlace: Judas, llamado el Iscario­te. Siempre ha sido inquietante el por qué Judas traiciona a Jesús. Tal vez la razón en sí esté en el mote que tiene: El Iscariote: El que lleva la espada. Judas es el único discípulo que es del Sur, de la región de Judea, talvez fue un miembro de algún grupo violento contra los ro­manos, y mientras era perseguido oyó hablar de Jesús, se les unió, pero al ver que el mesianismo de Jesús iba por otro camino, no el suyo, se desencantó y quiso buscar una salida rápida entregando a Jesús, para ver si el mismo Jesús y sus discípulos reaccionaban. Esto se deduce de su destino final, de que  como no vio que así sucedió, se desesperó y terminó mal.

Apresamiento: Después de la Cena de Pascua, Jesús y los suyos van a pasar la noche al Monte de los Olivos. Al parecer, el grupo de Jesús no era pequeño y como eran itine­rantes, no eran de Jerusalén, no tenían para pagar tal vez las posadas del lugar, y como otros grupos, pa­saban las noches en las cuevas de los montes cercanos. Es ahí donde Judas se presenta y Jesús es apresado. Parece que la situación no fue fácil, se dieron algunos momentos de violencia, pero al ver la pasividad de Jesús, sus discípulos le abandonan y Jesús es apresado por la guar­dia del templo, que llegaron con el Iscariote.

El juicio: A Jesús se le hacen dos juicios, uno religioso, ya que luego de ser apresado Jesús es llevado ante el Sanedrín, consejo de 70 o 71 ancianos, cuyos miembros eran los cabezas de familias sacerdotales, los poderosos de Israel y al frente estaba el sumo sacerdote del momento y se le acusa de llamarse hijo de Dios. Pero eso no era tan importante, pues habían otros que así se habían decla­rado; y de querer destruir el templo, y esa sí era una cuestión seria, pues el templo era el sostén visible y de fe de todo el sistema religioso socio-judío.

El otro juicio era político. Jesús es llevado ante el gobernador roma­no, que estaba en Jerusalén, como cada año, por las fiestas de pascua para el indulto de los presos. El Sa­nedrín no podía condenar a muerte a Jesús, era prerrogativa romana, pero el motivo del templo no era suficiente para el gobernador Poncio Pilato, sí lo era la acusación de ser un revoltoso, de intentar ser rey sin la anuencia de Roma, y con esta Jesús es condenado a morir en la cruz. Jesús es acusado de político, pero en sí no lo era, ya que Él no busca, como los políticos, cambio de estructura, sino del corazón. La trama contra Jesús fue bien urdida, ya que tal parece que desde el inicio los judíos buscaban su muerte y por eso aprovecharon la presencia del gobernador romano y el invento de dicha acusación.

La crucifición: La sentencia ro­mana fue la muerte en la cruz, castigo reservado a los revoltosos y personajes peligrosos para el Imperio Romano. La cruz fue un castigo que inventaron los persas y populariza­ron los romanos. El condenado ­llevaba el palo transversal hasta las afueras de la ciudad, donde estaba el palo mayor, allí era clavado en cruz y moría por asfixia. Aquello era como una especie de propaganda, pues era en la entrada y salida de la ciudad, para que todos viesen que todo el que se levantaba contra Roma, eso era lo que le esperaba.

 

Sepultura: Usualmente, los que morían en la cruz no eran sepultados. Solo sabemos del caso de Jesús y de un cadáver que data de finales del siglo II, de crucificados sepultados.

Los evangelios hablan de un tal José de Arimatea, a quien los ro­manos le conceden el favor de darle el cuerpo de Jesús para sepultarlo; este hombre debía de ser de gran influencia y poderío, o dio bastante dinero, para que le concedieran po­der sepultar el cuerpo de Jesús. Los sepulcros judíos eran cuevas, ante la cual se le colocaba una gran piedra, y ahí después de ungir y vendar los cuerpos se depositaba el cadáver.

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