MI-KA-EL, DEL HEBREO: ¿QUIÉN COMO DIOS?
P. Jimmy Jan Drabczak, CSMA • drabczak@yahoo.com
La historia de la rebeldía del profeta Balaam, contada en el Libro de los Números, es uno de los muchos ejemplos que muestra la paciencia de un ángel mientras nos anima a ser pacientes, a ser mejores.
El ángel, el mensajero de Dios, no se rinde y no se desanima ni siquiera al principio, a pesar de los esfuerzos y acciones emprendidos. Nada cambia en la actitud de Balaam. No se marcha ni siquiera cuando sus tratamientos no funcionan, cuando se vuelve sordo a sus inspiraciones y ciego a sus obras.
Pero, ¿quién es Balaam? Es un personaje de la Biblia, trágico y al mismo tiempo divertido. Era un profeta mesopotámico a quien Balac, rey de Moab, pidió que maldijera a los Israelitas mientras vagaban en el desierto. Acababan de derrotar a los Amorreos y Balac temía que fuera el turno de su país.
Inicialmente, Balaam se negó a reunirse con el rey, pero lo aceptó en la segunda vez. De camino al encuentro del gobernante moabita, el ángel de Dios detuvo a la burra. Balaam, no vio la presencia del ángel en el camino, pero la burra sí y se apartó del camino.
El profeta enojado se bajó de ella y comenzó a darle azotes al pobre animal. Luego, la puso de nuevo en el camino correcto, pero también esta vez el ángel bloqueó el paso. “Cuando la burra de nuevo vio al ángel del Señor, se acostó debajo de Balaam. Entonces Balaam se enojó y le volvió a pegar. Esa situación se repitió tres veces. Finalmente, Dios permitió que la burra hablara, entonces se volvió hacia su amo y le dijo:
“Esta vez Yahveh abrió el hocico de la burra, la que le dijo a Balaam:” ¿Qué te he hecho para que me pegues tres veces? “Balaam le respondió a su burra: ¿Y hasta te burlas de mí? Ojalá hubiera tenido una espada a mano porque te habría dado muerte inmediatamente. La burra le dijo a Balaam: “¿No soy acaso tu burra en la que montas desde que viniste al mundo hasta el día de hoy? ¿Tengo costumbre de actuar contigo de esta manera? “”Evi-dentemente que no”, respondió él” (Nm 22, 28-30).
Entonces el Señor abrió sus ojos y vio al ángel, se arrodilló e inclinó su rostro hasta el suelo. La creatura le dijo:
“¿Por qué le pegaste tres veces a tu burra? Yo vine para impedirte el paso, porque este viaje no me gusta. La burra me vio y trató de esquivarme tres veces. Si no me hubiera esquivado, te habría dado muerte al instante y a ella la habría dejado con vida” (Nm 22, 32-33)
¡Un gran trabajo ha hecho el ángel! Él no actuó directamente, no azotó a Balaam, no lo disciplinó en primer lugar, sino a la burra. Probablemente, porque hasta tres veces trata de abrir los ojos a su presencia, de hecho, tiene una paciencia angelical con el profeta.
Trató de varias formas de evitar que maldijera al pueblo del Señor, y salió victorioso. El ángel no renunció, cumplió fiel y celosamente su misión. Y finalmente persuadió al profeta. Balaam le dijo al ángel de Yahveh:
“Balaam le dijo al ángel de Yavé:” A lo mejor pequé, pero no sabía que tú estabas impidiéndome el paso. Si esto no te gusta, me vuelvo a mi casa “(Nm 22, 34).
El caso de Balaam sigue siendo relevante hoy. Y sí, puede ser más instructivo que los casos contemporáneos, porque muestra que Dios con la ayuda de sus ángeles gobierna el mundo desde siempre, lo maneja con paciencia y lo lleva a una plenitud específica. Para Dios, el tiempo no existe porque Él es Espíritu puro, por lo que continúa y trabaja constantemente hoy.
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