Diciembre es un mes que se espera con mucha ilusión, pues es el último del año y sobre todo, es en el que es celebrada la Navidad, lo que lleva a mucho compartir y encontrarse unos y otros. En ese mes hay mucho espíritu de fiesta y celebración, lamentablemente, en el panorama de este año, debido al coronavirus, un diciembre así no se vislumbra, pues al parecer seguiremos bajo el azote de esta terrible pandemia, la cual nos limita el encontrarnos y el compartir, y sobre todo, son muchas las personas queridas que se nos han ido, a las cuales, junto a los que quedan, no podremos darles un abrazo.
Les escribía a ustedes al comienzo de este fatídico 2020, que este podría ser el mejor año de nuestras vidas y así no ha sido, nadie imaginó lo que nos venía encima, el encerramiento, los sacrificios, el miedo, la enfermedad y la muerte, todo, diríamos, en un solo paquete, hemos sobrevivido y esperamos seguirlo haciendo, pero queda toda esta estela de imposibilidades y todavía se ve lúgubre el panorama futuro.
Pero muchas cosas positivas se han dado en medio de toda esta catástrofe mundial, muchos valores se han hecho sentir, se han dado muchos testimonios de fe y acercamiento a Dios y todavía sigue en pie la esperanza; la realidad familiar se ha fortalecido y la conciencia de que todos somos hijos de Dios y humanos por igual, se ha hecho visible. Sabemos que el virus será vencido y que una nueva humanidad y una nueva manera de ser tiene y debe surgir.
En otras palabras, este año con todo su dolor y penurias, puede verse como una mujer con dolores de parto, algo de todo esto nacerá, de nuevo será navidad; hubo una primera que nos trajo al Salvador del mundo: Jesús el Hijo de Dios, el hijo de María. El 2020 podrá ser un nuevo nacimiento, la humanidad entera, el mundo debe de sentirse como la María que trae al Niño, como la mujer que grita ante lo nuevo, que en medio de su dolor trae para mejor, hacer la vida del hombre y la mujer en la tierra.
Para los cristianos tener esta visión se nos hace fácil, pues en este diciembre celebramos la Navidad, la llegada del Hijo de Dios. Tal vez en este año no habrá gran consumismo, porque la Navidad no lo es. No habrá un viejo ridículo y simplón, porque él no es la Navidad. Es posible que toda esta encerrona que nos ha confinado al ambiente familiar, fue el tiempo de ensayo y preparación para celebrar la Navidad en el lugar donde debe de ser: en familia, porque el Niño Dios nace en una familia de un hombre y una mujer, en la pobreza, humildad y sencillez, como estamos ahora: pobres necesitados de una vacuna para salvarnos; humildes, porque por más que tenemos y conocemos, el covid-19 nos rebasa. Y sencillos, porque hemos descubierto que no se necesita tantas cosas sino las necesarias para verdaderamente vivir.
Celebremos la Navidad y que haya alegría, que no es lo mismo que bulla y escándalo, porque todavía la esperanza de una vida nueva y mejor está al acecho y viene en la persona de un niño, el cual se hará adulto y de nuevo nos salvará y hará nuestra existencia mejor y más plena, sin virus y sin pecado, en la unión y el amor de los unos por los otros, como una sola familia, la de los hijos de Dios, para los cuales a pesar de los pesares, siempre es y habrá Navidad.
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