Pedro Casaldáliga El Obispo que besó mi mano

1
473

Era la celebración del IV Congreso Misionero Latinoamericano, COMLA IV, en la ciudad de Belo Horizonte, en Brasil. Está­bamos en una especie de polideportivo, en una de las conferencias y actividades del encuentro, cuando a dos filas de mí, vi aquella figura menuda y delgada que miraba como buscando algo o alguien; en seguida le dije al que estaba a mi lado, que creo que era el P. Jorge Rober Dirocie, de Higüey, que era Pedro Casaldáliga, Obispo muy comprometido del Brasil, y que quería saludarlo.

Me acerqué, le saludé, le dije que era para mí un pri­vilegio conocerle. Luego él me preguntó que de dónde era, le contesté que de la República Dominicana, Santo Domingo (ya que en el mundo nos conocen más así), y entonces me tomó la mano y la besó, diciéndo­me que había que agradecernos, “pues ahí comenzó nuestra fe”, y que somos gente santa. Me turbé un poco y atiné a decirle que el que debía besar la mano suya era yo, por todo lo que él iba haciendo por los más pobres del Brasil. Nos despedimos y luego al día si­guiente nos volvimos a en­contrar, le presenté a todo el grupo y volvió a decir, pero esta vez a todos, “que somos gente santa” y nos tomamos una foto con él, la cual debido a mis múltiples mudanzas, he extraviado y no he vuelto a encontrar.

En esta semana el mun­do cristiano de América Latina y España ha sabido de la noticia de la muerte de Pedro Casaldáliga, el Obispo que besó mi mano, uno de los últimos Obis­pos-profetas de nuestro Continente, que vivió su pastoreo con verdadero olor a oveja, sobre todo el olor de las más pobres, des­protegidas y descuidas de nuestro mundo: los pobres, presentes en el indio, en el negro y en el campesino sin tierra de esas regiones agrestes del nor­deste bra­sileño.

Pedro Casaldáliga supo vivir un episcopado atípico, como atípico era su lugar de trabajo, lleno de injusticias y desigualdades, pero lleno de Dios y esperanza, la cual trató de sembrar por medio del Evangelio hecho poesía y vida en él.

Recuerdo una vez que el portal de noticias católico Aciprensa, reportaba con alegría bochornosa, que el Papa de entonces había aceptado la renuncia al Episcopado por motivo de edad, como rige en el De­recho Canónico, de Pedro Casaldáliga, le escribí a su editor y dueño el peruano Federico Bermúdez, di­cién­dole que me retirara de los destinatarios de su portal, ya que no se veía bien lo que decía, pues Pedro Casaldáliga era un hombre de Iglesia y que había sabido como Obispo hacer presente a Cristo, a lo cual me escribió el señor Ber­múdez diciendo barrabasa­das contra él, pues a nivel institucional él tuvo sus dificultades y fue requerido por el Cardenal Ratzinger hoy Papa emérito Bene­dicto XVI, quien recuerda este evento el cual finalizó con Pedro Casaldáliga invi­tándolo a rezar.

De Pedro Casaldáliga nos quedan estos bonitos recuerdos, su poesía, su trabajo pastoral a favor de los desfavorecidos de hoy y sobre todo su testimonio de hombre de Dios, el cual se traduce  en su trabajo por la Iglesia como sacerdote-misionero y Obispo-profeta; tuvo larga vida y supo emplearla en la vocación a la cual Dios le llamó, como siervo fiel, siempre al lado de sus pobres y viviendo como tal, con una apertura universal, abierto al futuro cargado de esperanza para ir haciendo un mundo mejor, donde el Reino se haga sentir y donde la Palabra Dios este en boca de todos y sino en la manos que luchan por la justicia, la paz y el amor.

1 COMENTARIO