Reflexiones sobre la belleza

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Mi tía Nuta, que en paz descanse y en gloria esté, me dijo una vez: “¡Pedro, lo que es la vida, cuando gustaban las mujeres gordas yo era flaca y ahora que atraen las flacas yo soy gorda!”. Y lo expresaba a manera de chiste, pues ella sabía perfectamente que la real belleza nada tenía que ver con el cuerpo.

Hace unas noches, por casualidad, observaba la parte final del concurso Miss Universo donde resul­tó agraciada la sudafricana Zozibini Tunzi. En mi entorno, previo a la elección, mencionaban la pala­bra “belleza”, la cual era definida partiendo de patrones griegos, romanos y estadounidenses.

Así las cosas, algunos quedaron impresionados y hasta algo decepcionados cuando ganó la de piel morena, casualmente, el mismo color que tenía la mayoría de los inconformes. Al día siguiente, en las redes, ese fue el tema principal, como si fuera la noticia más impactante del mundo.

Pero volvamos al momento del certamen. Uno de los contertulios preguntó mi opinión sobre la belleza. No dudé en responder. Le recordé que la belleza física se define partiendo de la cultura de los pueblos. Los parámetros para establecer lo que es hermoso son muy diversos, incluso contradictorios. En ocasiones nos harán reír y quizás ni los podemos imaginar.

En China hubo una época donde una dama en­cantaba cuando tenía los pies pequeños, por ello, desde temprana edad, se les vendaban para que no crecieran. En los pueblos indígenas de América se admiraba a la mujer fuerte, áspera, con energía en el trabajo.

En Mauritania a las niñas se les alimentaba con grasas para que fueran hermosamente obesas. En Etiopía, para impactar, se deforman el labio infe­rior y allí se colocaban una argolla. Los ejemplos abundan. Y al grupo le leí al final una reflexión que escribí al respeto.

“La belleza sin nobleza es fealdad. La belleza sin honestidad es tierra que se agrieta con facilidad. La belleza sin talento empalaga. La belleza sin gracia es maniquí. La belleza sin humanismo es cora­zón sin latidos. La belleza cosmética es humo que se va con una simple brisa. La belleza que se vende es efímera. La belleza que se compra es nube pasa­jera. La belleza que no inspira confianza provoca miedo.

Solo perdura y resplandece la belleza que man­tiene limpia nuestra conciencia y nos motiva a ac­tuar con responsabilidad, valorando nuestra digni­dad y la del prójimo. Lo demás es disfraz”. Cuando terminé hubo silencio. Me sentí feliz.

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