Cerremos el mes con un santo grande. El 28 es san Agustín. Obispo de Hipona, norte de África. Después de mucho vivir, desandar y disfrutar la vida se convirtió ya de grande. Pero su persona y pensamiento orientaron la vida de las sociedades y de la Iglesia desde el siglo V hasta el XIII. Dos obras pautan su aporte. La primera, Confesiones donde narra su proceso académico y espiritual, su conversión. Y La Ciudad de Dios, una visión cristiana de su mundo y los aportes de la fe cristiana a su ordenamiento. Miren que belleza de poesía:
“Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva! ¡Tarde te amé! Tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y me lancé deforme sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.”
Pa’ la escuela. Una nota de alegría es que se ha podido comprobar la buena presencia –no todos, pero buena parte– de alumnos el primer día de clases. Se va venciendo esa mala costumbre, de maestros y alumnos y también de papás, de que las clases comienzan pasada la primera semana. Una tristeza. Sigue presente la improvisación de que no hay aulas, faltan maestros, el ministerio y los maestros no terminan – filiaciones políticas de por medio– de ponerse de acuerdo y abortan las buenas conquistas. Ya hay protestas y huelgas de maestros. Nos sigue convenciendo que la educación no es un caso del 4%, sino de la concertación de voluntades: ministerio, familia, maestros y alumnos.
Reaparece la basura.No sabemos cómo lo explicarán las autoridades, pero la basura vuelve a asomar en la Capital.
Solidez de la economía. Alegra la información del Fondo Monetario Internacional de que la economía dominicana mantiene un desempeño sólido, un 7% en el 2018, apoyado por las políticas públicas del gobierno: una reducción sustancial de la pobreza y la desigualdad. Siempre deseando lo mejor, se vería bien la disminución de vendedores en las esquinas, menos dependencia de la política, más control de la enfermedad, coger en serio la educación, reducción del juego de azar, la violencia y la inseguridad, la corrupción y la impunidad. Como que más seriedad y menos charlatanería.
Hay que cuidar a la Junta Central Electoral. La Junta Central Electoral ha sido un instrumento débil de nuestros procesos electorales. Véase la historia en pasados eventos electorales, por ejemplo 1978, 1986, 1994 y 2016. Ya se oyen en los medios ironías, burlas y críticas. En días recientes la Junta ha sido contradicha por tribunales superiores. El Tribunal Constitucional ha corregido que el arrastre, aprobado por la Junta para el Distrito Nacional, Santo Domingo, La Vega, Puerto Plata, San Cristóbal y Santiago, no es constitucional. Y el Tribunal Superior Administrativo ordenó a la Junta Central Electoral permitir la difusión de los mensajes publicitarios de índole política a través de los medios de comunicación radiales y televisivos en este período de precampaña o campaña interna.
A cuidar la Junta, ella es la que cuenta los votos y declara a los ganadores.
Debilidad partidos y democracia.
Las encuestas, en particular el Latino barómetro 2018, que mide las tendencias sociales y políticas de la América Latina, nos viene diciendo que la democracia va perdiendo credibilidad en nuestros países. Un apoyo de la democracia es la existencia y buena participación de los partidos. Para que haya democracia en los países debe haber partidos sólidos y democráticos. Pero se observa, también en nuestro país, cómo los partidos se van debilitando, dividiéndose y son fagocitados, es decir, comidos, asumidos por los partidos más grandes. Y proliferan los partidos pequeños con una mínima disposición a unirse entre sí. El debate político ni es de ideas ni de propuestas, sino de decires contra “mentires”. De seguir así, entonces sí será verdad que se impondrá la fuerza –no la verdad– de los pocos y de los fuertes. Entonces lloraremos.
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