No es que queramos o gustemos, es que se nos impone volver sobre el tema haitiano. Desde hacer muchos años, en 1996 en el Almanaque Escuela de Radio Santa María y en la revista Amigo del Hogar, resumíamos en diez momentos las relaciones dominico-haitianas. Sosteníamos que desde los tiempos de la Colonia y en el mismo período republicano, las relaciones con Haití han tenido diversas modalidades y han sufrido una evolución, que se pasa de momentos de confrontación a la colaboración. El tema que nos mueve hoy es un ejemplo clásico.
Recientemente, el periódico Hoy del 3 de abril nos trajo las declaraciones de Ramón Novas, alcalde de Jimaní, que lamentaba que “la economía se detiene por conflictos con Haití”. Y, al día siguiente, el periódico El Dia denunciaba “Desmantelada banda de haitianos asaltó 30 familias Arroyo Hondo.
Ya pasaron los tiempos de la Ley 285-4 sobre migración, del de 15 de agosto de 2004; de la Sentencia del Tribunal Constitucional 168-13 del 23 de septiembre de 2013; y del Decreto 327-13 del 25 de noviembre de 2013, sobre el Plan Nacional de Regulación de Extranjeros. La elaboración de esos documentos y su puesta en práctica nos alteraron y nos confrontaron. Pero a decir verdad, la presencia haitiana en el país, aunque no es querida por unos, otros la necesitan y la promueven y se llega al caso de medrar de ella.
La Iglesia, la jerarquía sigue tomando iniciativas moderadas por el caso. En la última pastoral, de febrero de este 2019, volvió sobre el tema y dijo “Con relación a Haití, y respondiendo a voces que vienen de fuera, asumimos el ideario de Juan Pablo Duarte donde explica que no es posible la fusión de las dos naciones. Es necesario que el mundo sea consciente de esa realidad, sobre todo las naciones que desean que nosotros asumamos la solución de Haití. Es indiscutible la ayuda que como dominicanos hemos dado y seguiremos dando a Haití, pero ella “reclama la solidaridad de la comunidad internacional” sobre todo de las naciones ricas y poderosas, que le ayuden a salir de su situación y es necesario que Haití asuma su responsabilidad.” No sé si consciente o no, dio credibilidad a una opinión manejada irresponsablemente por grupos “soberanistas” que por tiempo han venido hablando de planes de fusión pero que nunca han explicado o denunciado ante organismos internacionales.
Pero, el problema es que el tema haitiano se va relegando a un segundo plano, se va quedando a nivel de declaraciones. Instituciones tan militantes en su momento como el Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes se ha reducido a su mínima expresión.
La situación actual ha pasado de declaraciones y legislaciones, protestas y “advocacy” a ser contemplado y aplicado según el pensamiento del papa Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado del 2018: “Acoger, proteger, promover e integrar a los migrantes y refugiados”.
El haitiano está aquí. Aporta problemas como la noticia de la banda que operaba en Arroyo Hondo, pero también beneficios, como los del mercado de Jimaní. Se deberá controlar su paso y regularizar su estancia, pero el reto mayor es integrarlo a la sociedad dominicana. Proporcionar documentación, aprender la lengua, facilitar salud y educación, protección social,… Y para nosotros católicos, que conserven su fe. El pueblo haitiano es católico, pero en República Dominicana se congrega en pequeñas iglesias pentecostalistas que le pueden aportar el calor de la acogida, pero no la libertad personal y la integración en la sociedad dominicana.
Integración en la sociedad dominicana. La prueba decisoria es que incluyan en sus oraciones, agradecidos, “se pou Bondye beni Republik Dominiquen.”
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