León XIV: Una sorpresa

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Por Eduardo M. Barrios, S.J.

     Muchos cónclaves han sorprendido al mundo y a la Iglesia, como el que eligió al Cardenal Roncalli (Juan XXIII). Otros no tanto; a ningún vaticanista sorprendió que eligiesen al Cardenal Pacelli, Pío XII o al Cardenal Montini, Pablo VI.

     La más reciente elección sorprendió a muchos, especialmente a  los americanos (estadounidenses). Parecía inconveniente elegir a un ciudadano de la principal superpotencia mundial; eso podría ponerlo en aprietos por conflicto de lealtades.

     Recuérdese que la candidatura de John F. Kennedy no parecía viable, porque un presidente americano no podía sentirse vinculado a un país extranjero, en aquel caso el Estado Ciudad del Vaticano.

     Ahora el nuevo Papa tiene triple ciudadanía. Además de la americana por nacimiento, y la peruana por adopción, ahora es ciudadano vaticano, y sin problema.

     Contra la posibilidad de un Papa americano se oponían otros tres prejuicios:

     Primero, como Estados Unidos es un país rico, se suponía que el clero americano no está acostumbrado a vivir austeramente. Falso, hay muchos sacerdotes y obispos que abrazan bien la pobreza evangélica.

 Además, tanto el actual Papa como su predecesor provenían de la vida religiosa, uno agustino,  el otro jesuita, donde se tienen los bienes materiales en común y el ambiente conduce más a la austeridad. El padre Robert Prevost demostró vivir muy pobremente durante sus largos años en Perú; allá también fue obispo de Chiclayo; han salido a relucir muchas fotos mostrándolo en situaciones de pobreza y de cercanía a los pobres.

     Segundo, se pensaba que les faltaba al clero americano profundidad filosófica, teológica y escriturística; no es cierto, pues muchos han hecho estudios profundos en esos campos tanto en Estados Unidos como en Europa.

     Tercero, como han hecho tanto ruido los casos de clérigos americanos acusados de pedofilia, podría suponerse que los pecados contra el sexto mandamiento afectaba a muchos. Acusación injustísima, porque la inmensa mayoría de los sacerdotes y obispos americanos viven con mucha fidelidad y alegría el don del celibato sacerdotal. Ya se sabe que el bien no hace ruido.

     Dice el cardenal checo canadiense, Michael Czerny, que el Papa León se parece al Papa Francisco en algunos aspectos y al Papa Benedicto en otros. Pero se diferencia de ellos en que llega con carismas propios suyos.

     Se le ve muy centrado en su oficio petrino de pastor universal más que en el de jefe de Estado. Prefiere hablar como maestro en la fe y moral.

     Se expresa de manera muy ponderada, evitando cualquier ambigüedad para no tener que excusarse diciendo que lo interpretaron mal, o lo que dijo se entendió fuera de contexto, o cualquier otra excusa.

     Para minimizar su origen norteamericano, prefiere hablar mayormente en italiano, aunque se podría expresar con mayor perfección en su nativo inglés o en su adoptivo español. Trae buen bagaje de idiomas; se desenvuelve con soltura en otras lenguas incluyendo el Latín.

     A los congregados en cónclave, la opción por el cardenal Prevost se hizo claramente conveniente. Además de su larga experiencia en el tercer mundo, tuvo que visitar muchos países en su condición de Superior General de los agustinos. Para redondear su capacitación, el Papa Francisco lo llamó a Roma para que adquiriese experiencia curial. Para ello le confió el dicasterio de los obispos, que le permitió conocer a muchos de ellos, y también se hizo cargo de la Comisión Pontificia para la América Latina.

     Llegado el momento de las votaciones, lo eligieron en menos de veinticuatro horas por parecer un prelado muy completo para la pesada carga de Sumo Pontífice.

     Los hijos de la Iglesia Católica, los miembros de otras denominaciones cristianas, los creyentes de otras religiones, y el mundo en general han mostrado satisfacción con esa elección, y confían esperanzados en que Dios le conceda muchos años de fructuoso pontificado.