Creer es apostarle al Evangelio con la propia vida
Manuel Pablo Maza Miquel, S.J. mmaza@belenjesuit.org
Era el 9 de abril de 1945, en la prisión de Flossenbürg, la celda de Dietrich Bonhoeffer, pastor luterano se abrió. Venían a buscarlo para ahorcarlo por haber ayudado a judíos a escapar de Alemania y ser parte de la conspiración que organizó el atentado contra Hitler el 20 de julio de 1944. En abril de 1943 la Gestapo le había apresado. Conoció varias cárceles. Mientras le ajustaban al cuello la soga se le oyó decir: “Este es el fin; para mí el principio de la vida”.
Cuando el pastor Herman Gruner afirmó: “El tiempo se ha cumplido para el pueblo alemán en Hitler. Es gracias a Hitler, que Cristo, Dios el ayudador y el Redentor, se ha hecho efectivo entre nosotros (…) Hitler es el camino del Espíritu y la voluntad de Dios para el pueblo alemán”, un grupo de pastores protestantes, entre ellos, Karl Barth, Martin Niemoller y Dietrich Bonhoeffer fundaron La Iglesia confesante, declarando primordialmente su lealtad a Cristo: “Repudiamos la falsa enseñanza de que la iglesia puede y debe reconocer otros sucesos y poderes, personalidades y verdades como revelación divina junto a esta única Palabra de Dios…”
Dos años antes de que Hitler tomara en el poder, Bonhoeffer y su amigo Eberhard Bethge se preguntaban en 1931, ¿qué querrían hacer con sus vidas? Bonhoeffer exclamó: “yo querría aprender a creer”.
En sentido débil, usamos la palabra creer para expresar una opinión sobre algo incierto: — creo que mañana lloverá–. Creer en sentido fuerte se entiende mejor si consideramos el compromiso matrimonial entre dos muchachos. Mirándole a los ojos, él le dice a ella: “Yo ___, te recibo a ti, ___, como esposa, me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida”.
Ninguna raíz cuadrada fundamenta un matrimonio. Los novios no tienen una certeza matemática de lo que será el futuro, pero ambos han experimentado la lealtad, el uno del otro y basados en esa lealtad se comprometen para vivir juntos, ¡dichosa y fundamentada decisión!
En tiempos de Hitler, fiado en la lealtad de Jesús de Nazaret, Bonhoeffer creyó en el evangelio y apostó su única vida por una Alemania justa y fraternal.