¿Cómo nos cambia la Pascua?

0
259

Manuel Maza, S.J.

–Tomás, dichosos los que crean sin haber visto–.
 

   Los discípulos de Jesús ahondaron en la identidad del Maestro gracias a la resurrección. Ella les permitió captar el señorío de Jesús, es decir, que Jesús es tan divino como el Padre. ¿Dónde y en qué se manifiesta la fuerza transformadora de la resurrección?

   En primer lugar, en los mismos discípulos. Una de las tareas prioritarias de Jesús fue el crear la unidad. Su deseo era “que todos sean uno”. Los Hechos de los Apóstoles (4, 32 – 35) nos presenta así a la primera comunidad: “En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo”. Esa unidad de pensamiento estaba a la base de la unidad, pero era también una unidad realista, “lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía”.  Como atestigua el mismo libro, la solidaridad entre ellos garantizaba que nadie pasase necesidad.

   Segundo, vemos que aquellos apóstoles que habían abandonado a Jesús la noche en que cayó preso, ahora “daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor”.

   Tercero, Jesús resucitado les permitió derrotar los dinamismos de muerte y exclusión de aquella sociedad. San Juan llama a todo ese montaje de egolatría soberbia y asesina, “el mundo”. Juan afirmó (1ª Juan 5, 1 – 6), “todo el que cree que Jesús es Hijo de Dios, vence al mundo”.

  En cuarto lugar, así como durante su vida pública Jesús buscó a las ovejas perdidas, el Resucitado le salió al encuentro a Tomás, representante de los incrédulos.

  Y en quinto lugar, la muerte y la resurrección de Jesús hacen posibles que todos podamos experimentar al Resucitado. Jesús no quedó preso de la geografía y de una tumba en Palestina. Él se nos acerca, para que cada uno de nosotros pueda vivir la dicha de creer sin haber visto.