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Es de conocimiento común que la familia es base de la sociedad y parte importante en la Iglesia, pero hay que recordarlo. Este es un activo humano, presente en todas las culturas, como ya dijimos, descrita por nuestra antropología cultural, claro está: diferenciada, pues no se da de la misma forma en todas las culturas, pero si están los presupuestos de lo que es en esencia la familia en toda sociedad. Como sabemos las sociedades y culturas cambian, y tal parece, como habíamos expresado, que estamos ante un cambio cultural gigante y global como antes no habíamos presenciado en la historia de la humanidad, y la familia también sufre esos embates, el evangelio por tanto debe iluminar y acompañar a la institución familiar en ese mismo proceso de cambio, no reparando tal vez tanto en su forma, sino en los valores que ella propugna y hace presente, que es en lo que en definitiva ayuda al ser humano y lo prepara para ser un ente de y en sociedad.
Nuestra sociedad y la cultura secular de hoy, hacen que cada día el hombre y la mujer de nuestros días se distancien de Dios y de la práctica religiosa de la fe, la prioridad que hemos dado al bienestar económico, junto a una ciencia cerrada a lo trascendente, hacen que esta realidad atea y arreligiosa crezca cada vez más en el mundo e impacte a las familias, haciendo que estas se tornen ajenas a la fe y ya no sean la fuente primaria en el conocimiento de Dios y enseñanza de la práctica y vivencia de la religión, en nuestro caso la religión cristiana, haciendo que la fe decaiga cada día más y el indiferentismo religioso sea la realidad que de cara al futuro nos espera.
Si bien es cierto la pandemia ha ayudado a un acercamiento más estrecho a nivel familiar y a una mayor búsqueda de Dios, pero esto no debe ser por miedo a un virus, sino por convicción profunda y una aceptación de la gracia de Dios hacia nosotros. Cuidar la familia de la amenaza ideológica que pesa sobre ella y promover las vocaciones en la Iglesia es un bello objetivo, sobre todo para vivir verdaderamente los valores de la fe que nacen en una familia y maduran en la entrega de una vocación.
Volviendo al principio la relación eucaristía-familia., basado en el criterio de alianza, amor y entrega. Así como Cristo se nos da debe darse a esta institución cada miembro de la familia, si se quiere que esta institución querida por Dios se mantenga en su ser y esencia dentro de la humanidad. El mismo Cristo en la eucaristía fortalece la vida familiar, cada familia como sabemos es una Iglesia doméstica, el centro de la Iglesia es Cristo eucaristía lo mismo en la familia, esa participación asidua, cada domingo, de la familia en la celebración semanal de la eucaristía, no solo es bálsamo, es la energía espiritual que ella necesita para que el proyecto se mantenga, no somos superhombres, ni supermujeres para vencer por si solo todo lo que viene sobre la familia, hay que comer y estar ante ese pan para recargar nuestras vidas y continuar como familia en pos de Cristo.
Como Cristo se entregó y se entrega en la eucaristía, así cada uno de los que componen el proyecto familiar, no hay mejor forma que vivir en familia, no hay mejor legado que dejar un buen ejemplo de familia, pero para ello hay que darse, entregarse, no en chin, sino darlo todo, como lo hizo él, mientras estuvo con nosotros y lo sigue haciendo desde su presencia ante el padre Dios.
La Eucaristía es amor, pues este consiste en ese darse por entero al otro, sacrificarse por el otro, de ahí la eucaristía como sacrificio de Cristo, solo el amor sacrificado vale, el fácil se minusvalora y muere, el de Cristo no muere nunca, así el amor familiar, hay que amar este proyecto, enamorarse eternamente de él. Dice una canción que la eucaristía es un milagro de amor, la familia también lo es, el amor que se reciba y se aprenda en la familia es el que vamos a dar, ella como escuela de valores hace ver y nos enseña el máximo valor que es el amor, que se concretiza para los creyentes en ese Señor que se da, parte y comparte en la comunidad de la fe, como los esposos y los hijos que son capaces de darse y compartirse el uno al otro para que prime en sus vidas el amor familiar, y sus familias sean testigos de Cristo, a semejanza de la comunidad de fe que celebra la eucaristía.
Familia: alianza del hombre y la mujer dispuestos a caminar junto por la vida, bajo un proyecto de amor en Cristo. Eucaristía: alianza de Cristo con nosotros para caminar por este mundo amando, hasta llegar al amor sublime que es él en la eternidad.
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